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Fundación Museo Jorge Oteiza, vida y obra de un artista

Situado en Alzuza (Navarra), este centro permite contemplar buena parte de las creaciones de un artista polémico que renovó la escultura del siglo XX.

CARMEN V. VALIÑA

Artista controvertido y personal, la obra de Jorge Oteiza (Orio, 1908-San Sebastián, 2003) estuvo marcada por la experimentación y perseguida, en muchos casos, por la polémica. Seis años después de su muerte, es posible rastrear parte del itinerario vital del artista y conocer sus creaciones en la Fundación Museo Jorge Oteiza de Alzuza, a 9 kilómetros de Pamplona. El centro integra además la vivienda que el creador vasco ocupó durante dos décadas y a la que trasladó objetos personales y esculturas que nos dibujan su trayectoria profesional y biográfica. Ambas van, en el caso de Oteiza, ineludiblemente imbricadas.

La labor en escultura de quien hoy es reconocido como uno de los renovadores de esta disciplina en el siglo XX en España, estuvo fundada en la desocupación de las formas y el vaciamiento de las obras. En 1957 le fue concedido el primer premio de escultura de La Bienal de São Paulo y dos años después abandonaba el arte que le dio fama y prestigio. Hechos como éste fueron modelando a un artista envuelto en un cierto halo mítico y turbulento. También inquieto y polifacético: el Oteiza que creó para la Basílica de Arantzazu es el mismo que publicó libros, proyectó películas y hasta ideó una universidad infantil piloto para Elorrio.

De esa trayectoria nos habla el Museo que lleva su nombre. El edificio que lo alberga, obra del arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza, se erige sobre la ladera sur de Alzuza a modo de cubo de hormigón teñido de rojo y coronado por tres grandes lucernarios. Está además interrelacionado con la vivienda original del artista, su Casa-taller, lo que incrementa, también espacialmente, la unión entre vida y obra en Oteiza. La Casa-taller fue su vivienda, centro de trabajo y refugio. Un lugar abandonado que el artista convertiría en su hogar desde 1975, compartiéndolo con su mujer, Itziar Carreño. Aquí encontró el aislamiento que buscaba para centrarse en su creación poética, ensayística y de investigación, a la que ahora pueden aproximarse los visitantes gracias a una serie de unidades que recomponen su itinerario vital y creativo.

La colección permanente del Museo incide en ese deseo de aportar una visión integral de la trayectoria de Oteiza, con 150 esculturas, 300 piezas de su Laboratorio de tizas (en el que completó algunas de las series que habían quedado inconclusas al abandonar la escultura) y una selección de documentos, dibujos y collages. Los fondos custodiados por el Museo Oteiza son mucho más amplios e incluyen miles de objetos de todos los momentos creativos del escultor.

Comprender las motivaciones creativas y vitales de Oteiza seguirá siendo complejo, como complejos lo fueron también su biografía, su trayectoria artística y la época que le tocó vivir. Visitar el museo que le da nombre no resolverá todas las dudas, pero nos permitirá, al menos, bucear en esas contradicciones para intentar encontrar alguna respuesta y, al tiempo, disfrutar del arte del creador vasco.



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