Este artículo se publicó hace 14 años.
La galería Courtauld exhibe "El Sueño" y otras obras maestras de Miguel Ángel
"El Sueño de la Vida Humana", de Miguel Ángel (1475-1564), auténtica obra maestra del dibujo renacentista, es la pieza central de una exposición en la galería Courtauld que reúne también otros dibujos y algunas cartas del genio italiano junto con otras creaciones alegóricas de sus contemporáneos.
"El Sueño" es uno de los tesoros de la galería londinense: creada en torno al año 1533, esa obra de 39,4 por 27,7 centímetros realizada al carboncillo, demuestra no sólo la inigualable destreza del artista como dibujante, sino también su extraordinaria capacidad inventiva.
Es una obra compleja que muestra el desnudo idealizado de un joven semirrecostado que apoya los brazos en un globo terráqueo y eleva su rostro de perfil hacia una figura alada descendente que sopla una trompeta dirigida hacia la frente del efebo.
El joven se apoya en una caja llena de máscaras y está rodeado de una especie de halo de figuras desnudas que se acarician o hacen el amor, y de manos que agarran bien un enorme miembro masculino, bien una bolsa de dinero, y que parecen representar vicios como la avaricia, la lujuria o la pereza.
Como señala el documentado libro que acompaña la exposición, que podrá visitarse del 18 de febrero hasta el 16 de mayo, "El Sueño" es uno de los dibujos que el artista florentino regaló a un joven noble llamado Tommaso de' Cavalieri del que se había enamorado platónicamente nada más conocerle en Roma en el invierno de 1532 y a quien estuvo unido por la amistad durante una treintena de años.
Junto a ese dibujo, que es la pieza central y el pretexto de la exposición, la Courtauld ha logrado reunir otros de tema mitológico que Miguel Ángel regaló igualmente a su joven amigo y de los que el biógrafo de artistas del Renacimiento -y él mismo artista- Giorgio Vasari dijo en su día que eran "dibujos como no se han visto nunca iguales".
Éstos muestran a Ticio, el hijo de Júpiter y Gaia, castigado a ver su hígado devorado una y otra vez por un buitre por haber intentado violar a Leto, a Ganimedes raptado por un Júpiter disfrazado de águila, a Faetón precipitándose con su carro de sol y sus caballos, en tres versiones distintas, juntas aquí por primera vez, y una Bacanal infantil con un par de sátiros adultos de ambos sexos.
La exposición comienza con la primera de las cartas que se conservan de las que dirigió Miguel Ángel a Cavalieri, con fecha del 1 de enero de 1533, en la que el artista le expresa la satisfacción que le produjo el que el joven noble romano hubiese aceptado el regalo de algunos de sus dibujos.
Cavalieri debía de contar entonces sólo diecisiete años y, según Vasari, el regalo que le hizo entonces Miguel Ángel tenía como objetivo enseñarle la técnica del dibujo.
Al mismo tiempo, además de testimoniarle su amor, si se tienen en cuenta los temas mitológicos elegidos -la caída de Faetón, el rapto de Ganimedes, el más hermoso de los mortales, y el castigo de Ticio por su lujuria- es posible que el artista también intentase con ellos ofrecer una especie de guía moral a su amigo adolescente.
La adoración que Miguel Ángel sintió por Cavalieri se refleja claramente en los sonetos que ése compuso en su honor, sobre todo en los primeros años de su amistad, de los que se incluyen cinco en la exposición.
Pese a respetar las convenciones de la lírica amorosa, las imágenes poéticas del sueño, la trascendencia y el combate entre deseos carnales y anhelos espirituales iluminan ciertos aspectos de los dibujos, aunque otros resulten de difícil interpretación, sobre todo en el caso de "El Sueño".
Otro punto fuerte de la exposición lo constituye un pequeño grupo de dibujos, todos ellos también obras maestras, que hizo Miguel Ángel de Cristo resucitado, que le representan como una figura desnuda y gloriosa que emerge triunfante de la tumba y rompe las ataduras con la vida terrena.
La última sala está dedicada a grabados y dibujos de contemporáneos de Miguel Ángel, entre ellos dos extraordinarios de Alberto Durero así como de seguidores de Mantegna, imágenes todas ellas alegóricas del mundo de los sueños o de la lucha constante que se da en el hombre entre virtud y vicio.
Joaquín Rábago
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