Este artículo se publicó hace 16 años.
Gary Moore incendia con sus riffs Jazz San Javier en regreso a España
Las entradas se habían agotado varios días atrás, y la reventa se disparó. Hacía años que Gary Moore no tocaba en España, y su presencia en Jazz San Javier abría una minigira de tres conciertos tras actuar en el festival de Montreux.
El músico de Belfast se presentó acompañado por unos veteranos músicos -Bryan Downey a la batería, Vic Martin al órgano Hammond y piano, Pete Reesse al bajo-, aunque bajo los focos sólo destacaba él, que al principio del concierto estuvo hosco, ofreciendo un aspecto de artista fiero y terrible haciendo sonar su guitarra a volumen brutal.
Tocó a ritmo de blues unas frases fortísimas y veloces y enardeció a su público. Nadie diría ahora que fue miembro de Thin Lyzzy, ni que durante años militó en las filas del virtuosismo rockero.
Se metió a tocar blues porque estaba harto de tocar hard rock, él mismo lo dijo. Y, sinceramente, a pesar de la movida comercial que se hizo en "Still got the Blues" -que despachó cuatro millones de copias- y "After Hours" (invitando a figuras como Albert y B.B King entre otros), tras lo visto y oído parece que Gary Moore es muy honesto a la hora de tocar blues.
Aunque el sonido no era bueno al principio, las primeras notas de "Oh Pretty Woman" predispusieron al público para disfrutar. Y así fue. El set -list incluyó algunas canciones de su último disco, "Close As You Get"- el resto eran de la época post "Still Got The Blues".
La única excepción fue el clásico de Thin Lizzy "Don't Believe A Word" -la primera mitad tocada en estilo blues, para luego pasarse a la vena rockera-. En esta sesión de testosterona blues a la que sometió al público hubo también abundantes homenajes a sus maestros: John Mayall ("Have you heard"), JB Lenoir, o mejor Johnny Winter ("Mojo Boogie"), Chuck Berry ("Thirty days", con un groove infeccioso).
La guitarra de Moore tiene ese sonido visceral, contundente y fibroso que sólo puede venir del hard, pero, a la vez, es capaz del toque intimista, melancólico y desgarrado del blues.
Utilizó cuatro guitarras en total, y su voz, envuelta en una maraña de notas tocadas a zarpazo limpio, no parecía haberse desgastado desde los gloriosos 80. Y es que, por encima de cualquier otra cosa, Moore es guitarrista, uno de los mejores, y los estilos son para él algo externo.
En la recta final, "Still Got The Blues" y "Walking By Myself" forzaron a la entusiasmada audiencia a ponerse en pie.
Hay una verdad incontrovertible: Moore toca los solos de guitarra más enfebrecidos que te hayas podido topar. Y no estoy hablando de las florituras de "Still got the blues", sino del frenesí de tonos guarros, poco pulidos, alucinatorios, que extrae distorsionados de su Les Paul Gold a través de un par de amplificadores Marshall al 10.
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