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Gelman cree que el único modo de cerrar la herida de la dictadura argentina es que se haga justicia

EFE

La paradoja que entraña querer olvidar y recordar al mismo tiempo recorre las páginas de "Mundar", el nuevo poemario del escritor Juan Gelman, al que la poesía no le sirve de consuelo para olvidar su propia tragedia ni la de millares de argentinos durante la dictadura militar.

"La única forma de cerrar la herida y poder olvidar de verdad es que se haga justicia", asegura con voz queda pero firme Juan Gelman, en una entrevista telefónica con Efe en la que habla de este poemario que llegará el 12 de febrero a las librerías españolas y semanas más tarde a las de América.

El libro, con el que la editorial Visor inaugura la exquisita colección "Palabra de honor", destinada a la poesía de más alta calidad, contiene 121 poemas, breves y de gran belleza, escritos en los tres últimos años por Gelman, Premio Cervantes 2007.

En ellos, el pasado se mezcla sin nostalgia con el presente y palabras como "olvido", "dolor", "ausencias", "sombras", "pérdida", "memoria", y también "amor", resuenan con una fuerza especial.

Desde su casa en Ciudad de México, Gelman (Buenos Aires, 1930) reconoce que "con el paso de los años se convive mejor con el dolor, pero cada tanto asoma la cabeza. No puede ser de otro modo".

Y Gelman sabe lo que es el sufrimiento y el dolor. Al comienzo de la dictadura argentina (1976-1983), su hijo Marcelo, de 20 años, y su nuera, Claudia García, de 19, fueron secuestrados por militares argentinos cuando ella estaba embarazada de siete meses.

Marcelo fue asesinado y Claudia figura en la larga lista de desaparecidos de la dictadura. Una palabra, la de "desaparecidos", que encierra en realidad "cuatro hechos: el secuestro, la tortura, el asesinato y la desaparición de los restos", dice el escritor.

Tras 23 años de intensa búsqueda, Gelman encontró a su nieta en Uruguay, donde había sido criada por la familia de un policía. La joven ha salido luchadora como su abuelo y ha pedido a la justicia uruguaya que reabra el caso de su madre.

"Es una mujer muy valiente que con todas las dificultades que uno puede imaginar, aceptó su nueva identidad, cambió sus apellidos por los de sus padres y ha firmado conmigo varias denuncias penales. Está empeñada en encontrar los restos de su madre, como yo mismo", cuenta este poeta que ha sabido aunar su constante denuncia de las violaciones de los derechos humanos con el "oficio ardiente" de la poesía.

"En Argentina hay miles de familias que no saben qué ha pasado con sus seres queridos, y aunque se ha comenzado a hacer justicia, los militares siguen escudados en un pacto de silencio, y así es imposible olvidar. Queda mucho por hacer", asegura.

Aficionado a crear neologismos, Gelman se muestra ambiguo cuando se le pregunta por el sentido de "mundar". Al "verbalizar" el sustantivo "mundo", quizá quiera expresar su actitud abierta para aprovechar lo mejor de las culturas de otros países o quizá "todo lo que el lector imagine".

Lo de inventar palabras no es nuevo; "ya estaba en los clásicos, como en ese soneto de Lope de Vega donde dice "siempre mañana y nunca mañanamos". O en Cervantes, cuando habla en el Quijote de "caminar asnalmente", recuerda Gelman, autor de "Carta a mi madre", "Valer la pena" y "País que fue será", entre otros muchos poemarios.

Ni las guerras ni las dictaduras acabarán con la poesía. "La poesía sigue viva, es un tirar contra la muerte", dijo Gelman cuando recibió en 2005 el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

"Lo que me consuela de la poesía es que viene del fondo de los siglos y ningún desastre natural o de mano humana ha podido jamás cortar ese hilo", señala Gelman.

El escritor va con frecuencia a Argentina pero no tiene intención de volver a residir en su país de origen. Desde hace casi veinte años vive "trasterrado" en México, donde "siempre" han sido "muy generosos" con él, igual que lo fueron "con los exiliados políticos españoles" y con los que llegarían luego "del sur de América y de Centroamérica".

El próximo 23 de abril recibirá el Premio Cervantes de manos del Rey Juan Carlos, pero aún no sabe de qué tratará su discurso. Mientras, procura encontrar tiempo para escribir y espera que "la señora", como él llama a la poesía, siga visitándolo.

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