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Los generales invitan a votar

Birmania celebra hoy unas elecciones marcadas por la represión y el control de la Junta militar

LAURA VILLADIEGO

La Junta militar birmana anunció en 2003 una cuidadosa hoja de ruta que llevaría supuestamente a Myanmar, nombre con el que se conoce el país desde 1989, a la democracia en tan sólo siete etapas. Hoy se dará el quinto de esos pasos con la celebración de las primeras elecciones en 20 años, un proceso que creará un falso Gobierno civil, con dirigentes civiles pero fuertemente controlado por el ejército. Myanmar es una de las dictaduras más represivas y herméticas del mundo. Las sanciones internacionales no han dado fruto gracias al apoyo de China y otros países de la zona.

El proceso electoral ha tenido deficiencias democráticas desde el principio. Las leyes electorales, aprobadas en marzo de 2010, prohibieron que cualquier preso político pudiera presentarse a los comicios, lo que anulaba a la Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, que ha vivido en arresto domiciliario durante 15 de los últimos 20 años. Su partido, la Liga Nacional para la Democracia, formación que ganó las últimas elecciones en 1990, a pesar de que los resultados no fueron reconocidos por los militares, decidió boicotear el proceso y no se registró, camino que han seguido muchas otras formaciones.

El partido de la Nobel de la Paz Suu Kyi boicotea los comicios

Esto ha limitado el número de partidos a 37, de los cuales dos están vinculados a los militares: el Partido para la Solidaridad y Desarrollo de la Unión, el partido más cercano a la Junta, y el Partido de Unidad Nacional, formado por seguidores del antiguo dictador ya muerto Ne Win. El principal partido opositor en los comicios será la Fuerza Democrática Nacional, creada por antiguos miembros de la LND de Suu Kyi contrarios al boicot a las elecciones.

Los partidos políticos no serán los únicos actores importantes en las elecciones de este domingo. Tras más de medio siglo de enfrentamientos étnicos en el norte y el este del país, las guerrillas podrían protagonizar levantamientos armados. 'La situación es tensa. Se podría dar un levantamiento en cualquier momento, no sólo de las tribus, de toda la población', asegura Khin Cho Myint, una antigua prisionera política que se escapó de Birmania en 2008 y que ahora reside en la ciudad fronteriza de Mae Sot en Tailandia. La liberación de Suu Kyi, prevista para el sábado 13 de noviembre, también podría alimentar los deseos de revolución.

Con el recuerdo de la derrota de hace veinte años, la Junta ha tomado precauciones para asegurarse la victoria y ha suspendido las votaciones en algunos estados, ha reforzado la presencia del ejército en zonas tribales y la oposición asegura que ha comenzado a extorsionar a los birmanos para que vayan a votar. 'Mucha gente no quiere ir a votar, pero la Junta los ha amenazado y los fuerza a ir. En realidad, la Junta ya tiene los votos antes de las elecciones', asegura Ko Thet Oo, un refugiado político que se pasó 15 años en la famosa prisión de Insein, en la antigua capital de Yangón.

'La situación es tensa, se podría dar un levantamiento', dice una disidente

La opacidad ha sido otra de las precauciones tomadas y se ha prohibido la entrada a observadores internacionales y a periodistas extranjeros. Además han ralentizado internet y han obligado a cerrar los cibercafés para evitar que salga información del país.

Las elecciones significarán la entrada en vigor de la nueva constitución, aprobada en referéndum en mayo de 2008, tan sólo ocho días después de que el ciclón Nargis sacudiera el sur del país matando a unas 130.000 personas. La nueva constitución asegura a los militares el control del Gobierno, gracias a la creación de una figura superpoderosa de jefe de las Fuerzas Armadas, que podrá designar a varios ministros claves, además de elegir a un 25% de los escaños de ambas cámaras del Parlamento. 'Es obvio que la mayor parte de la gente no está de acuerdo con la nueva Constitución pero la Junta consiguió aprobarla con amenazas y fraudes', asegura la disidente Khin Cho Myint.

La implantación de esta nueva constitución, que obligará a los militares a convivir con autoridades civiles, y la conformación del Parlamento 90 días después de los comicios marcarán el desarrollo posterior del nuevo Gobierno. Cualquier error de cálculo podría suponer un nuevo levantamiento, aunque la Junta Birmana, con uno de los ejércitos más grandes de Asia, tendrá la partida ganada, hasta que los soldados de base, mal pagados y explotados, decidan unirse al otro bando.

 

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