Este artículo se publicó hace 16 años.
"La gente está indignada por los pocos policías que hay"
Los vecinos denuncian la escasez de medios para combatir el problema
Mónica, de 29 años, es una de las tres únicas mujeres que entraron ayer por la tarde en el bar El Portón de la Plaza Mayor de Alovera (Guadalajara). Hombres: unos 70. "Es cierto que la gente de los pueblos es más machista que en las ciudades, pero eso no significa que haya más violencia de género. En la ciudad, la gente discute mucho más por el ritmo de vida", asegura.
Detrás de ella, entre el humo de los puros, las partidas de cartas y las discusiones sobre las juergas nocturnas de jugadores de fútbol, se levanta una voz ronca: "A las mujeres no hacen más que darles derechos". De pelo harinoso y tez curtida, Manolo se queja de las desigualdades que -a su juicio- se están generando a favor del colectivo femenino en los últimos años. "Cuando vi a mi ex mujer pegar a mi hijo me dieron ganas de hacer una salvajada. Matarla me parece demasiado, pero estas cosas nunca se piensan. Siempre pasan en momentos calientes". "¡No seas burro!", le grita su compañero de café en la barra del bar.
En la calle, varias mujeres y un par de hombres vigilan a una decena de niños que juegan entre los toboganes y balancines del parque. Gabriela y Mariela, rumanas de 24 y 29 años, asegura que las mujeres inmigrantes lo tienen muchas más dificultades que las españolas. "Nuestros maridos no nos pondrían la mano encima, pero si lo hiciesen, yo no sabría a dónde ir. El único sitio que conozco es la oficina de policía, pero hay muy pocos agentes para todos los que vivimos en el pueblo", dice Mariela.
Estas críticas se extienden también entre los nativos. "La gente está nerviosa por las noticias, pero indignada por los pocos policías que hay", añade Luisa, vecina de Alovera desde que nació hace 43 años.
Al llegar el fin de semana la situación se complica todavía más porque "los agentes tienen que ampliar su área de cobertura a otros municipios vecinos", critica.
Como Gabriela, Mariela y Mónica, miles de mujeres jóvenes se han mudado a las nuevas urbanizaciones de Alovera en los últimos años con sus parejas. El censo ha aumentado hasta los 11.000 habitantes y ya es el tercero con más población de la provincia de Guadalajara. Muchas son extranjeras, pero la mayoría procede del Corredor del Henares (zona este de Madrid). "Mudarse a 30 kilómetros les permite comprar una casa, pero rompe las relaciones y vínculos sociales que tenían", explica una trabajadora social del pueblo.
"Les falta el apoyo de una abuela con la que dejar a sus hijos o el afecto de una amiga con la que desahogarse. Es muy frecuente que la mujer se quede cuidando la casa y los niños. Si no tienen amigas y sufren malos tratos, nadie se entera hasta que ocurre una desgracia". No obstante, aseguran que los dos casos registrados en el último mes han sido casualidad y descarta que se genere un efecto llamada.
Para solucionar el desarraigo social, el Centro de Mujer municipal ha creado numerosos talleres de tiempo libre. En su sede, 32 velas rojas (cada una con el nombre de una mujer asesinada en 2008) dan un escalofrío de bienvenida al visitante. La de la vecina asesinada hace un mes en Alovera "es a la que más cariño le tenemos. Ojalá sea la última, pero seguro que habrá más", lamenta una trabajadora en la puerta
del centro.
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