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Ghana, simple pero efectiva, envía a casa a Nigeria y se mete en la final de la Copa de África

EFE

Ghana se impuso por la mínima a Nigeria con el solitario tanto de Gyan para convertirse en la primera selección finalista de la Copa de África, tras noventa minutos de fútbol tosco y con muy poco encanto.

Se esperaba bastante más de dos selecciones que el próximo verano competirán en el Mundial de Sudáfrica, dos selecciones que supuestamente representan al emergente fútbol africano, pero que en el partido de hoy ofrecieron un juego romo, incapaz de provocar en el espectador un mínimo de placer estético.

Mala cosa cuando toda una semifinal de la Copa de África no es capaz de llenar apenas medio estadio. Pero algo debieron intuir quienes prefirieron quedarse en casa, pues durante buena parte del partido resultó más interesante cuanto ofrecían las pantallas gigantes que lo que sucedía en el césped.

El ideario futbolístico de Ghana es cualquier cosa menos prolijo. Apuesta por un fútbol de contención, regala descaradamente medio campo, junta sus líneas por detrás de la pelota y se encomienda a la velocidad y la inspiración de sus puntas, a un destello de calidad o a un golpe de suerte.

Una receta simple como una chincheta pero que les sirvió a los muchachos de Milovan Rajevac para plantarse en semifinales después de apear a Angola en cuartos de final tras enseñar más bien poca cosa.

La trascendencia del partido de hoy no sirvió para que variaran su apuesta. Y así, de un patadón, una contra y un córner, todo a una, marcó su gol. La colgó Asamoah desde la esquina al borde del área chica y por allí, anticipándose a Nwaneri, apareció Ryan, el delantero del Rennes, para batir de cabeza a Enyeama.

Era el minuto 21 y el de Ryan era el primer disparo entre los tres palos del partido. Nigeria, un equipo formado de nombres notables, un grupo al que se le suponen costuras pero que se ha destacado durante todo el campeonato por su irregularidad, mostró poco más que su rival.

Su bagaje, en toda la primera parte, se redujo a un mal disparo de Martins, a cuyos pies cayó un balón rebotado, que sacó Kingson con una estirada más acrobática que necesaria.

Cumplidos los primeros 45 minutos los camilleros habían aparecido en la tele con bastante más frecuencia que los porteros. Era un partido perfecto para el bostezo.

Ghana tenía la semifinal exactamente donde quería y Nigeria, cuando el balón rodó de nuevo, se lanzó en tromba hacia el marco ghanés. Un Yusuf muy activo en su banda consiguió abrir el campo para los de Shuaibu Amodu, empecinados hasta entonces en abrir la defensa ghanesa desde la media luna.

Amplió en consecuencia Nigeria sus variantes y Ghana comenzó a sentirse menos cómoda sobre la hierba de Luanda. La tuvo de nuevo en su botas Martins, también por dos veces Obasi, el más cabezón de los nigerianos, pero eran todas ocasiones vagas, nacidas de rechaces, de pelotazos largos, de improbables disparos lejanos, poca cosa.

A Ghana, con el viento de cola, se le da bien aguantar el chaparrón, comete faltas tácticas, interrumpe el juego, desquicia al rival y aguarda su contra. Y fue así como se fue muriendo el partido.

En el banquillo rezaban los nigerianos mientras sus compañeros derrochaban sudor y empeño sobre la hierba pero iban escasos de fútbol, del mínimo necesario para variar un partido que Ghana, al igual que en los cuartos de final, supo cocinar con su receta, simple pero efectiva.

Así pues, Ghana, tetracampeona de la Copa de África, tendrá el domingo la oportunidad de conseguir su quinto título, un trofeo que no levanta desde 1982.

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