Público
Público

Golpe de ficción

La generación del zapping. Las imágenes televisivas marcan su comprensión de aquel día

JESÚS MIGUEL MARCOS

El 23 de febrero de 1981 fue un día como otro cualquiera en la Tierra. El Sol se levantó, los ríos fluyeron hacia el mar, nevó en las más altas cumbres, nacieron seres vivos, otros murieron y, pasadas unas cuantas horas, anocheció. Ese día, lunes, el planeta completó una vuelta sobre sí mismo y mantuvo sin sobresaltos su giro en forma de elipse alrededor del Sol. Nada especialmente distinto a lo sucedido, día tras día, en los anteriores 4.000 millones de años.

Pero esa jornada, en España, un grupo de humanos tocados con tricornios intentó cambiar algo las cosas. Su deseo era uno muy común entre los de su especie: el poder. Apelando a Dios sabe qué ideas, 200 hombres armados irrumpieron entre disparos en la sala donde estaban las 350 personas que representaban en aquel momento la soberanía popular de los españoles. Querían arrebatárselo. Las diferencias entre unos y otros eran bastante claras por ejemplo, los primeros iban de verde, los segundos, en su mayoría, con traje y corbata, pero quizás la principal distinción, la que no entendieron del todo los asaltantes, era que esas 350 personas a las que humillaron, obligándolas a echarse al suelo, ostentaban el poder de forma legítima.

Entre estos ciudadanos no estaban Nacho Uriarte o El Langui, que aunque ya existían, no tenían edad de votar a sus representantes políticos. Las diferencias entre el presidente de Nuevas Generaciones del Partido Popular y el cantante del grupo de rap La Excepción también son muchas, pero comparten, como mínimo, dos cosas: el tejerazo les pilló en la cuna y, como todos los jóvenes españoles hoy día, lo conocen de prestado.

Cada uno se enteró, eso sí, a su manera. Mientras Uriarte encontró en una estantería de su confortable casa un libro sobre Manuel Gutiérrez Mellado 'además, Mellado vivía dos portales más abajo que nosotros y era conocido de mis padres, que charlaban con él a la salida de misa o por el barrio', recuerda el político, El Langui, que residía en una calle que ya no existe en el deprimido barrio de Pan Bendito, en el extrarradio madrileño, no supo nada del 23-F hasta que conoció a Miguel Ángel Tejero.

'Fue en primer curso de instituto y él era un repetidor, el típico gambillas, todo el día liándola. Cada vez que pasaban lista y el profesor decía: Miguel Ángel Tejero, él se levantaba y gritaba: ¡Todo el mundo al suelo!. Y ahí fue cuando pregunté', cuenta el cantante y actor.

El Langui no recuerda el nombre del vicepresidente Gutiérrez Mellado, el único presente que se enfrentó llegó incluso a las manos con los asaltantes del Congreso. En realidad, cuando se les pregunta por el golpe de Estado, entre los jóvenes priman sensaciones como la lejanía, la irrealidad o la ciencia ficción. 'Resulta surrealista dice el director de cine Nacho Vigalondo, que tenía tres años en aquel momento una irrupción de ese estilo en el Congreso, que es un espacio que todos reconocemos Si fuesen diputados japoneses, que se lían a tortas cada dos por tres, es fácil de imaginar. Pero aquí, con rostros occidentales, es más raro'.

Los que nacieron a partir de 1975 vivieron e_SDLqla noche de los transistores' en pañales. Los que tienen menos de 28 años, conocieron el golpe de Estado de Tejero en algún zapping de televisión. Sólo han vivido en democracia y una dictadura militar les suena al Paleolítico. Para ellos, el 23-F es una experiencia visual, estética y catódica (hoy día, electrónica, a través de YouTube). El hemiciclo, Adolfo Suárez fumándose un pitillo, la voz del presidente del Congreso nombrando a los diputados, los golpes en la puerta, el desconcierto inicial, la aparición de Tejero y los guardias civiles, las ráfagas de disparos, los diputados escondidos bajo sus escaños y el forcejeo con Gutiérrez Mellado... Dos minutos de acción, 120 segundos de película.

Daniel Villamediana, también director de cine novel y además historiador, identifica esta visión con un fenómeno generacional: 'Creo que la gente de mi edad lo vive así, como una farsa, como si fuera Muchachada Nui. Parecen imágenes de otro mundo, te extraña que formen parte de tu propia historia, son de otra categoría ética, estética e histórica. Son imágenes muy cafres, cutres y salchicheras. No se había visto cosa igual'. Pero la película, en esta ocasión, pudo tener consecuencias terribles. 'Me provoca una sensación de violencia real. Reconoces el entorno y las caras. No es un decorado', subraya la escritora Elena Medel, nacida en 1985.

El shock emocional de aquella tarde-noche fue de proporciones nacionales. Tanto que una pequeña Leire Pajín, con sólo cuatro añitos, se percató de que algo pasaba en su domicilio familiar en Euskadi cuando volvió de la ikastola. 'No lo recuerdo nítidamente, pero sí me llega algo borroso. Hubo mucho movimiento y nerviosismo. La televisión encendida, llamadas de teléfono...', recuerda la secretaria de Organización del PSOE. El diputado del PP Juan Manuel Moreno confiesa que se extrañó mucho cuando su madre le arrastró hasta el supermercado para hacer una compra de emergencia antes de encerrarse en casa. 'Yo le preguntaba: Mamá, ¿qué pasa? Y ella me respondía: Que pueden pasar cosas malas en España'.

El 23-F pasó a formar parte del inconsciente colectivo de los españoles, incluso de los niños. Las palabras recogidas por las cámaras de televisión en el hemiciclo se grabaron en la mente de los ciudadanos. Un lenguaje crudo, exhortativo, callejero, soez... Y a la vez radicalmente cotidiano, perfectamente reconocible. 'Quie-to-to-do-el-mun-do'. 'Todos al-sue-lo'. 'Se-sien-ten-co-ño'.

'Quieto', 'al suelo', 'se sienten'... El lenguaje del poder, de la fuerza. 'El se sienten coño se convirtió en un latiguillo en el colegio, cuando jugábamos a los pistoleros dice Nacho Vigalondo; es más, durante muchos años mi principal referencia del 23-F fue una cinta de humor. Entonces se llevaban los chistes políticos, lo que se llamó el humor de la transición. Se hacían chistes sobre cualquier cosa: Suárez, la llegada de los socialistas... y también el 23-F. Recuerdo escuchar aquella cinta con canciones y chistes, con humoristas como Pepe Da Rosa'. Lamentablemente, Vigalondo ha olvidado los chistes.

La primera vez que Bibiana Aído entró en el hemiciclo del Congreso de los Diputados miró al techo, buscó los agujeros de las balas, las cicatrices del 23-F. La ministra de Igualdad tenía cuatro años cuando se produjeron los disparos. 'Acababa de soltar el chupete, allí, en Alcalá de los Gazules', recuerda. 'Mi padre me puso posteriormente documentales sobre el 23-F. Es una fecha emblemática, sobre todo por la valentía de Gutiérrez Mellado, Adolfo Suárez y el rey, que tuvo un papel fundamental', dice la ministra.

Y aquí llega la Santísima Trinidad del 23-F. Son nombres intocables, elevados a los altares de la Historia de España por su comportamiento de aquella noche. ¿Les consideran héroes los jóvenes de hoy? Carlos González, un leonés de 30 años y licenciado en Geografía, cree que 'el rey hizo lo que tenía que hacer, pero se le ha mitificado. Además, quedaron muchos flecos sueltos en la investigación y nunca se sabrá con certeza qué es lo que ocurrió en el fondo. A estos tres personajes habría que valorarles por toda su carrera y no por un momento concreto'.

El cineasta Daniel Villamediana cree que se les ha mitificado por necesidad histórica. Según él, 'la heroicidad es relativa. Dudo mucho que nuestra generación considere un héroe a Adolfo Suárez. Lo que recuerdo de él es que a mi madre le parecía muy guapo y probablemente le votaba por eso. Nosotros tenemos como referencia visiones que se han impuesto como leyes'.

Quizás se rompan los estereotipos cuando el arte revise el episodio. Ni Medel ni Vigalondo ni Villamediana recuerdan una ficción sobre el golpe de Tejero y sus secuaces. 'España tiene un problema muy grave con su historia. No hay nada dignamente destacable en el cine. Y haciendo series como la que han emitido en la televisión la semana pasada, lo único que se consigue es encumbrar visiones heroicas', se queja Villamediana. Vigalondo cree que sí se atrevería a llevar el acontecimiento a la gran pantalla, 'con el humorista El risitas como Tejero'.

Humor aparte, ninguno de estos jóvenes duda de que el 23-F fue un momento crítico: la inexperta democracia sentía en la nuca el aliento aguardentoso y funesto del franquismo. 'Nos enseñó a valorar más lo que tenemos', dice Aído. Aunque se solía estudiar superficialmente en los institutos, hay un chaval que pronto revisará enciclopedias para documentarse sobre el 23-F. Se trata de Ricardo Gómez, el Carlitos Alcántara de Cuéntame. 'Tejero impone. Es como un malo de película', responde Ricardo. El 23-F, de golpe de Estado a golpe de ficción.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias