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Gorka Merchán evoca un conflicto vasco sin culpables

El director donostiarra ubica su primer largo en el enfrentamiento ideológico de un clan

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El director Gorka Merchán (Donosti, 1976) es un hombre de matices. "No es todo blanco y negro. Hay muchos tipos de víctimas: chavales a los que les caen 12 años por quemar cajeros y luego Farruquito sale de la cárcel tras dos años y haber matado a una persona. Cuando esos chavales salen, después de seis años, son terroristas en potencia. No es justo", resuelve sobre los efectos del conflicto vasco.

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Algo sabe del tema cuando se ha pasado años investigando realidades "de todos los colores" con el fin de articular su primer largometraje, La casa de mi padre, presentado en el pasado Festival de San Sebastián, y cuyo estreno está previsto para el próximo viernes. La película protagonizada por Juanjo Ballesta, Carmelo Gómez, Verónica Echegui, Álex Angulo y Emma Suárez narra el antagonismo que separa a la familia Garai: entre la izquierda violenta y el rechazo a las armas.

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Amor mal enfocado

"Es una gran historia de amor. A veces ese amor se expresa mal o se convierte en odio, tristemente. La actitud del personaje de Ballesta se explica por el amor a su país, que quizá esté mal enfocado pero es un amor y hay que entenderlo", expone con convicción conciliadora. La voluntad de evitar cualquier juicio moral ha llevado a Merchán a descontextualizar la película, fabricando un pueblo imaginario, resultado de diferentes localidades. "Es un greatest hits de Guipúzcoa: la playa de Zumaia, Hernani, Pasajes de San Juan...", aderezado con el tema de Juan Carlos Pérez Lau Teilatu, que suena hasta tres veces en el filme, en la versión de Mikel Erentxun y Amaia Montero.

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La presentación de la película se produce en un ambiente que Merchán considera esperanzador: "Hay ganas de solucionar las cosas, de empezar a hablar y de entendernos más seriamente. Inevitablemente, tiene que ver con las últimas elecciones de Euskadi, en las que Aralar ha subido en votos más del doble. Aunque nada se solucionará hasta que no aprendamos a vernos los unos en los otros".

El filme aborda distintos puntos sensibles que afectan al día a día en el País Vasco, como la distorsión de los hechos a manos de los medios de comunicación, el rechazo a una vida escoltada o el uso del enfrentamiento por parte de los políticos. "El Estado español ejerce un nacionalismo español que es igual al nacionalismo vasco, por lo que me parece raro que no se entiendan", alega con un ápice de sarcasmo. ¿Y sobre ETA? "Hace mucho que perdió los papeles", dice refrendando al personaje de Angulo, abertzale violento que luchó contra la opresión franquista y tras la Transición acaba condenando la vía armada.

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