Este artículo se publicó hace 17 años.
Gran actor y hombre de letras
Fernando Fernán-Gómez llenó la escena con su voz potente y su mirada, pero también fue un humanista preocupado por la filosofía y las letras.
El actor y dramaturgo Fernando Fernán-Gómez ha fallecido en el Hospital de la Paz, en Madrid. Se trata de uno de los grandes del panorama artístico, tal y como atestigua su fecunda trayectoria profesional. Actor plenamente consciente de la tradición literaria, su presencia como intérprete no sólo radicó en la voz y la mirada. De hecho, su precoz amor por el teatro lo llevó a estudiar Filosofía y Letras.
Una de sus primeras incursiones cinematográficas está vinculada nada menos que a Edgar Neville, con Domingo de Carnaval (1945). En esa época se codeó con los rostros más castizos -léase Imperio Argentina, Alfredo Mayo o Conchita Montes- y encadenó una película tras otra, trabajando con José Luis Sáenz de Heredia, Gonzalo Delgrás, Carlos Serrano de Osma, Ramón Torrado, Nieves Conde y Luis Marquina. Casi nada en una España aún ajada por la posguerra.
Ya en los años 50 su nombre encabeza los créditos del nuevo cine español; y no sólo. El tándem Bardem/Berlanga contó con él para Esa pareja feliz y su rostro traspasó fronteras con co-producciones como La conciencia acusa (Georg Wilhelm Pabst) y El soltero (Antonio Pietrangeli). En 1954 Fernán Gómez debuta como director con El manicomio. Una actividad en la que se recreó, con un total de 28 obras para cine y cuatro para televisión. En el camino no dudó en agarrarse a la cultura literaria que tan bien dominaba, con títulos como La venganza de Don Mendo, Ninette y un señor de Murcia, Fortunata y Jacinta y Lázaro de Tormes.
Entre sus largos más notables figuran El extraño viaje y El viaje a ninguna parte. El primero le otorgó el reconocimiento unánime de la crítica, al retratar el ambiente rural oprimido por el Franquismo. Un cocktail no exento de esperpento y romanticismo morboso. Mientras que el segundo fue premiado con los Goya a Mejor Película y Mejor Dirección. El boom económico de los 60 alentó comedias en las que Fernán Gómez fue casi un habitual (Adiós, Mimí Pompón y Crimen para recién casados, junto a la Velasco) y una presencia recurrente en el cine de los 70, con El espíritu de la colmena, Mi hija Hildegart, ¡Arriba Hazaña! y El anacoreta, premiada en el Festival de cine de Berlín.
En los primeros años de la democracia, Fernán-Gómez consigue hilvanar éxitos de crítica y público prestando jeta y presencia en La colmena, Los zancos, Réquiem por un campesino español y La corte del faraón. En 1986 trabaja junto a Vittorio Gassman, Bibi Anders-son y Fernando Rey en la producción argentina Pobre mariposa. La década de los 90 se distingue por una menor actividad profesional, en la que sus trabajos más destacados fueron Belle Époque, El abuelo y la serie de televisión Los ladrones van a la oficina, junto al también crack Agustín González. Todo sobre mi madre y La lengua de las mariposas lo devolverían a la gran pantalla tiempo después. Y la última: Mía Sara.
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