Este artículo se publicó hace 16 años.
Gran Wyoming: "Barcelona es extravagante"
Barcelona es una ciudad perfecta para el turismo. Tanto, que corre el riesgo de ser enterrada por las hordas de guiris que invaden el centro. Los que tenemos más de 30 años, recordamos con gusto cuando en Barcelona se paseaban por Las Ramblas personajes exóticos salidos de las entrañas de la ciudad.
A pesar del intento del régimen por uniformar a la plebe, cosa que en Madrid se consiguió, en Barcelona quedaron reductos de resistencia estética, de librepensadores, o majaras, con los que no se sabía qué hacer y que formaban parte del mobiliario urbano. Es más, en pleno centro estaba el barrio chino, con gran efervescencia carnal a la vista de todo el mundo, impensable en cualquier otra ciudad española.
Había una promiscuidad ambiente que sorprendía al visitante de la meseta. También los garitos bohemios, donde se encontraban seres estrafalarios que atentaban contra las más elementales normas del gusto, dejaban perplejo al turista nacional. Por eso se decía que Barcelona era más europea. Pasaban más cosas. Era el final de los setenta y como no se sabía quién iba a mandar aquí, no había huevos de poner orden en las calles. La erupción fue brutal y las consecuencias se pagarán durante generaciones.
Para mí, hippy desatado, poco proclive a la integración, se convirtió en refugio ideal. Barcelona y yo nos tenemos cariño porque nos entendemos muy bien. Lo qué no alcanzo a comprender es por qué nos tienen tanta envidia.
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