Este artículo se publicó hace 17 años.
Hadas y otros seres fantásticos pueblan el mundo de la ilustración inglesa
"La Era del Encantamiento" es el título de una deliciosa exposición en la galería Dulwich, en las afueras de Londres, que muestra las ilustraciones mágicas de Aubrey Beardsley y otros artistas de finales y principios de siglo menos conocidos internacionalmente, pero igualmente merecedores de atención.
Con la muerte de Beardsley en 1898, el mundo del libro ilustrado experimentó una profunda transformación: la edad de la decadencia, de las imágenes sexualmente escandalosas de ese extraordinario ilustrador dejaron paso a un mundo de infantil inocencia.
Hasta los más respetables pilares de la sociedad, como Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, y el artista Bernard Sleigh, cayeron bajo el embeleso del mundo de ese mundo de hadas, duendes, trasgos y otros seres fantásticos o etéreos.
No hay que olvidar que por aquel entonces se estrenaba en los escenarios de Londres la historia de Peter Pan, el niño que no quiso crecer.
Así emergió una nueva generación de artistas ilustradores de fábulas infantiles o cuentos clásicos, desde "Las Mil y una Noches" hasta los del danés Hans Christian Andersen o los famosos hermanos Grimm, en Alemania.
Artistas inspirados alternativamente por el rococó, por el exotismo cromático de los ballets rusos, la estética del art nouveau y el posterior art déco, pero también por los grabados japoneses, la porcelana china o las ilustraciones de los manuscritos indios o persas.
"The Age of Enchantment" incluye obras realizadas entre 1890 y 1930 período que se ha calificado también como la Edad de Oro del libro ilustrado en Gran Bretaña y en el que trabajaron artistas como Arthur Rackham, Edmund Dulac o los de la Escuela de Glasgow como Jessie King o Annie French.
Es la época del libro de regalo, que registró un auténtico "boom" en este país gracias no sólo a los artistas locales sino también a otros formados en el continente pero dispuestos a hacer aquí carrera.
Ilustradores inspirados en las leyendas y cuentos populares centroeuropeos, escandinavos o rusos, artistas emigrados como el húngaro Willy Pogany, el francés Edmund Dulac, el danés Kay Nielsen, o el alemán Alastai, cuyos pastiches de una fantasía claramente inspirada por Beardsley fascinó por igual a británicos y estadounidenses.
El legado de Beardsley y su influencia sobre todos los que vinieron después es más que evidente en la exposición, comenzado por ese símbolo de decadencia que es el pavo real y que iba a convertirse en icono de su esteticismo "fin de siglo".
El luminoso plumaje de esa ave tan espectacular como extravagante, símbolo de inmortalidad en la Biblia, inspiró a los mejores artistas del siglo XIX.
Así, el prerrafaelita Dante Gabriel Rossetti tenía pavos reales en su jardín, E. W. Godwin diseñó un papel tapiz con ese símbolo mientras que James McNeill Whistler creó su famosa sala de los pavos reales para uno de sus clientes e inspiró al escritor Oscar Wilde a adornar con el plumaje del ave el techo de su estudio.
Beardsley incorporó el pavo real en sus ilustraciones para "La Muerte De Arthur" y "Salomé" y sus discípulos desarrollarían luego esa moda, que iba a convertirse en decoración favorita de muchos hogares de clase media.
Junto a Beardsley, acaso lo mejor de la exposición sean las ilustraciones del francés Dulac, un gran colorista, dotado de enorme fantasía, que no sólo cultivó las ilustraciones de libros, sino que diseñó también decorados para el teatro, tapices, muebles y hasta sellos filatélicos.
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