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Haendel aguanta hasta el surrealismo y los "locos años veinte" de Coco Chanel

EFE

Decididamente, las óperas de Georg Friedrich Haendel encierran tantas bellezas musicales que son capaces de aguantar bien hasta el surrealismo y los "locos años veinte" de Coco Chanel.

La English National Opera londinense goza de gran reputación internacional por sus producciones de ese gran compositor alemán, tan estrechamente relacionado con este país, y parecía lógico que se atreviera ahora con una de sus obras menos conocidas: la titulada "Parténope".

Completada en 1730, se estrenó en el King's Theatre de la capital británica el 12 de febrero de ese mismo año. Se trata de una obra que, aun siguiendo las convenciones de la "opera seria" en materia de arias "da capo" y efectos escénicos, es en realidad una comedia, la primera de Haendel desde la "Agrippina" de más veinte años antes.

Haendel se inspiró en un libreto que escribió Silvio Stampiglia para una anterior producción italiana de 1699 con partitura de Luigi Mancia, aunque puede ser que el alemán viese en Venecia la ópera que hizo de la misma otro músico italiano: Antonio Caldera.

"Parténope" fue un libreto muy popular en el siglo XVIII y sirvió de base para nada menos que una decena de ópera distintas. Su argumento, típico del barroco, lleno de enredos, confusión de identidades y la subversión paródica de uno de los mitos del antiguo mundo griego romano, se presta prácticamente a todo.

El director escénico, Christopher Alden, conocido en todos las óperas del mundo por sus producciones, y su equipo - Andrew Lieberman (decorados), Jon Morrell (vestuario) y Adam Silverman (luminotecnia), han optado para esta nueva producción por el mundo de André Breton y de Coco Chanel.

La acción de la nueva "Parténope" londinense se desarrolla en un salón parisino de los años veinte, y tal como aparece vestida, la heroína, mujer de aire felino y segura de sí misma, podría ser lo mismo Coco Chanel que la rica heredera, poetisa y musa de artistas Nancy Cunard.

Quienes la cortejan y se ven obligados a disfrazarse para lograr sus objetivos amorosos -artistas, empresarios o simplemente vividores- sorben cócteles, corren de un lado para otro o juegan a los naipes mientras cantan sus bellísimas arias de coloratura.

Según el coordinador escénico, Peter Littefield, el equipo creador de esta nueva producción se inspiró directamente en los surrealistas y su particular visión del erotismo.

Una gran escalera que aparece en la primera escena proporciona algunos de los momentos más divertidos de la ópera con el excelente contratenor Iestyn Davis deslizándose por los escalones como en una película del mejor cine cómico.

Hay, sin embargo, elementos que no escandalizan a nadie y están demasiado vistos como una taza de váter en medio del escenario.

Tampoco resulta del todo convincente la ocurrencia de dar a uno de los personajes una máscara como la que lleva André Breton en una famosa fotografía de su colega surrealista Man Ray, pero en general el espectáculo aguanta bien el tratamiento.

Lo más notable en cualquier caso es la música de Haendel, sus magníficas arias, interpretadas magistralmente en inglés por Rosemary Joshua (Parténope), John Mark Ainsley (Emilio), Christine Rice (Arsace) y Patricia Bardon (Rosmira), además del citado Davis.

Y todos ellos dirigidos con agilidad, flexibilidad y suavidad de contornos por Christian Curnyn, un especialista en Handel que fundó en 1994 la Early Opera Company, conjunto dedicado a la ópera barroca con instrumentos de época.

Joaquín Rábago

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