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Una herencia poco halagüeña en política exterior espera al próximo presidente de EE.UU.

EFE

Dos guerras abiertas, la perspectiva de dos nuevas potencias nucleares y una opinión mundial de EEUU por los suelos serán parte de la herencia poco halagüeña en política exterior que recibirá el próximo presidente del país.

Tanto si el vencedor es el demócrata Barack Obama como si es el republicano John McCain, tras las elecciones del 4 de noviembre tendrán poco tiempo para descansar de lo que han sido casi dos años de campaña electoral.

Apenas diez días más tarde, el presidente saliente, George W. Bush, ha convocado una cumbre internacional para tratar sobre la crisis financiera, donde su sucesor podría tener su estreno internacional.

El nuevo presidente tendrá también que ponerse al día rápidamente acerca de la situación en Irak, donde EEUU y el Gobierno de Bagdad negocian un acuerdo para la continuidad de las tropas estadounidenses en ese país.

El 31 de diciembre expira el mandato de la ONU que legaliza la presencia de esos 155.000 soldados, y a poco más de dos meses, el borrador del acuerdo, que prevé mantener ese contingente en Irak hasta 2011, aún no se ha firmado.

Cuando asuma el cargo, el próximo 20 de enero, el sucesor de Bush tendrá que empezar a tomar decisiones sobre el futuro de esas tropas y cómo poner fin a esa guerra. Barack Obama es partidario de una retirada gradual a lo largo de un año y medio, mientras que McCain no descarta la permanencia a largo plazo.

La segunda guerra abierta, en Afganistán, tiene unas perspectivas cada vez más espinosas. El movimiento talibán ha resurgido y la red Al Qaeda ha encontrado refugio, según EEUU, en las zonas tribales del noreste de Pakistán (FATA). Washington se ha comprometido a enviar más tropas pero ha encontrado escaso entusiasmo entre sus aliados para reforzar el actual contingente de la OTAN.

Obama asegura que si resulta elegido enviará parte de las tropas ahora en Irak a Afganistán, que considera la principal prioridad bélica estadounidense. También ha advertido que, si Pakistán no coopera, está dispuesto a intervenir en las áreas tribales en busca de los líderes de Al Qaeda.

McCain se opone a ello, y ha acusado a su rival de ingenuo por su amenaza a Pakistán, como ha dejado claro en la serie de debates presidenciales que han mantenido los dos candidatos.

No es la única área de desacuerdo entre ambos en lo que respecta en política internacional. La principal concierne a la disposición de Obama de reunirse sin condiciones previas -aunque sí con los preparativos adecuados- con líderes de países hostiles a EEUU, una posición que McCain ha denostado.

El próximo presidente tendrá también que hacer frente a la creciente amenaza nuclear que emerge de Irán y vigilar que Corea del Norte cumpla sus compromisos para desmantelar sus instalaciones atómicas, en un proceso que en sus tres años de vigencia ha sufrido numerosos estancamientos y reveses.

A todas luces, si no se produce un progreso sorprendente en las negociaciones de aquí a enero, tendrá que intentar dar un nuevo impulso a las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos. Bush se ha comprometido a lograr un acuerdo antes de abandonar el cargo, aunque tras la dimisión del primer ministro israelí Ehud Olmert las perspectivas parecen distantes.

En América Latina, el sucesor de Bush tendrá que vérselas con la ola de populismo en países como Bolivia y Ecuador, y ganarse de nuevo a una región dolida tras lo que ha percibido como el abandono de Bush.

McCain es un gran conocedor de la región, y en plena campaña se desplazó a Colombia y México. Por su parte, el gobernador de Nuevo México Bill Richardson asegura en nombre de Obama que dedicará una "atención estratégica" a la región y ahondará las relaciones con países como Argentina o Brasil.

Pero, sobre todo, el gran desafío del nuevo presidente de EEUU será recuperar la estima por su país en el exterior, que sufrió un duro golpe a raíz de la guerra en Irak.

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