Este artículo se publicó hace 16 años.
Herralde ve bien que la Feria del Libro suprimiera las listas de los más vendidos
El editor y escritor Jorge Herralde considera acertado que los responsables de la Feria del Libro de Madrid decidieran hace siete años suprimir las listas de los más vendidos y redujeran el número de casetas, porque este gran certamen cultural "corría el peligro de morir de éxito".
Herralde, que fundó la editorial Anagrama en 1969 y desde entonces no se ha perdido ni una edición de la Feria, ha aludido a la supresión de las "cada vez más discutibles y discutidas listas" al pronunciar esta tarde la conferencia inaugural de las actividades de este año.
Bajo el título de "Elogio de la Feria del Libro de Madrid", Herralde fue desgranando en el Pabellón Fundación Círculo de Lectores un rosario de anécdotas relacionadas con la Feria "más agradable" de cuantas conoce, "debido en parte al acierto de su implantación en el parque del Retiro".
A finales de los sesenta, los editores estaban habitualmente "expuestos en sus casetas respectivas, junto al fondo editorial resplandeciente", y, así, los visitantes podían ver a Javier Pradera, Jaime Salinas e incluso José Ortega Spottorno en Alianza, a Jesús Aguirre en Taurus, a Pedro Altares y Rafael Martínez Alés en Cuadernos para el Diálogo, a Javier Abásolo y Nacho Quintana en Siglo XXI o a un puñado de jóvenes editores "rojos" como Ramón Akal en Akal o Paco Serraller en Fundamentos.
"¡Que vienen los catalanes!", avisaba Juan García Hortelano "a la ciudadanía" cuando aparecían por la Feria "Carlos Barral, el pionero, al frente de Barral Editores, Josep Maria Castellet de Península, Esther Tusquets de Lumen, Beatriz de Moura y Oscar Tusquets de Tusquets, Alfonso Carlos Comín de Laia", y el propio Herralde como director de Anagrama, una de las editoriales españolas más prestigiosas.
La firma de ejemplares es una antigua tradición de la Feria del Libro de Madrid, y en los años 80 los nuevos narradores "aún no congregaban masas" y era frecuente que dos de ellos compartieran caseta.
"A Álvaro Pombo, siempre reacio a las firmas, cuando se ponía a ello, y si las colas eran nutridas, se le alegraban las pajarillas y se le veía gesticulante y parlanchín, incluso vociferante, pero con un toque de 'selfdeprecation very british'. Félix de Azúa siempre sostiene que Pere Gimferrer es 'el mayor espectáculo del mundo', pero cuando tiene el día, lo que por suerte sucede con frecuencia, la frase le conviene aún más a Álvaro", aseguraba Herralde.
El director de Anagrama recordó también al "joven Marías", quien, en sus comienzos, "registraba en un papel cada firma con un palote y cuando llegaba a cinco tachaba el conjunto y empezaba otro. Al principio, esas proezas no siempre sucedían. Luego, a partir de 'Corazón tan blanco', el acelerón hizo imposible la minuciosa estadística".
Muy reacio a las firmas se mostraba el ensayista José Antonio Marina, y si lograban convencerlo los editores, se situaba de espaldas al público, "a lo Miles Davis en algún concierto, como fingiendo observar los posters y libros de la caseta", y no se volvía hasta que algún paseante requería su firma.
Herralde, quien al finalizar su conferencia recibió la primera edición del Premio Leyend@, que le concedió el gremio de libreros de Madrid, señalaba que "durante unos años parecía que la Feria corría el peligro de morir de éxito".
"Y me refiero al éxito masivo, el éxito basura, tipo Marbella, Benidorm, o incluso el riesgo que corre el propio Día del Libro en Barcelona", afirmaba el editor.
A partir de la etapa en que Antonio Albarrán asumió la dirección, la Feria "se reordenó y se redujo el número de casetas", y poco después se suprimieron las citadas listas.
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