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Una hora para la incógnita, los nervios, la angustia y la felicidad

Familiares de brasileños esperan en Barajas sin saber si les dejarán entrar

M. H.

Se aglomeran ansiosos y expectantes. Todos esperan a que llegue su turno, el de ver la cara de su familiar o de un amigo brasileño atravesar la puerta de entrada a España. Es la única lotería que no quieren que les toque: que la persona a la que van a recoger a la terminal 1 del aeropuerto de Barajas sea retenida por la Policía.

El reloj marca las 10.30, hora prevista de aterrizaje del vuelo 8064 de Tam procedente de Sao Paulo. Comienza la cuenta atrás. Tres historias ilustraron ayer durante una hora las diversas formas de afrontar la crisis entre España y Brasil.

José Sánchez, Pedro (nombre ficticio) y Joana Branco esperan a su hijo, mujer y madre, respectivamente. Cada uno aguanta con distinto ánimo ante la puerta de la sala 1. José, español de 70 años casado con una brasileña, está tranquilo. Su hijo tiene doble nacionalidad. 'No tengo miedo', afirma. Dice tener confianza en la 'regularidad' de las autoridades españolas. Pero amenaza: 'Si lo llevan de vuelta, me voy y no regreso nunca'. Al rato, aparece su hijo, de 37 años. Se funden en un abrazo.

La otra cara es la de Pedro, de 33 años, que declara estar nervioso. Se le nota en la voz, apagada, susurrante, fruto del cansancio de no haber pegado ojo. Pregunta a quién reclamar en caso de que a su esposa, brasileña de 39 años, le denieguen la entrada. Viene con su pasaporte brasileño, el libro de familia y el acta de matrimonio, documentos suficientes, según el abogado al que consultaron. 'A ver si hay suerte', dice entre suspiros, con dudas por la tardanza. Cree que los controles en las fronteras deberían ser 'estrictos' para todos, no sólo para los brasileños, y critica las 'represalias' del Gobierno de Lula. También en su caso hay final feliz: 'Ya ha llegado', explica sonriente.

La última en salir es la madre de la estudiante Joana, Fátima, de 47 años. La Policía la entretuvo para verificar sus documentos. No temió que le denegaran la entrada porque no tiene el perfil del 'grupo de riesgo'. Tras el viaje y la odisea del control, está con ánimo para asegurar que Brasil entiende los controles, pero no las 'vejaciones'. También ve 'equivocada' la 'venganza' de Lula. 'Ahora sólo quiero fumar', concluye tras el feliz encuentro. D

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