Este artículo se publicó hace 13 años.
Unos hot toddys' milagrosos y una convención de sordos
CUCHILLO
Durante nuestra segunda gira por EEUU, tuvimos la ocasión de tocar en el desierto de JoshuaTree, en un festival llamado Clean Air Clear Stars. La noche en que tocamos, estaba prevista una sorpresa: en el escenario aparecieron Peter y Robert, de Black Rebel Motorcylce Club, para ofrecer un largo concierto, en su formato acústico, que a mí es el que más me gusta.
La noche se alargó con jams y fiestas en las habitaciones del motel donde nos alojábamos todos, situado justo al lado de los escenarios. La cosa seguía hasta que poco a poco la gente íbamos cayendo, al igual que la temperatura en el desierto, que bajó aquella noche unos 20 grados.
A la mañana siguiente amanecí con fiebre en la cama de mi habitación. Estaba tiritando junto a cinco personas que supongo no tenían habitación y habían ido entrando en mi cama mientras dormía.
A pesar de mi estado, en seguida hubo que ponerse en marcha y salimos en la furgoneta rumbo a Tucson, Arizona, donde tocábamos ese mismo día. Durante el viaje me encontraba bastante mal y pensar que teníamos que tocar me hacía sentir aún peor.
Tras unas siete horas de viaje llegamos al hotel Congreso, donde se celebraba el concierto y nos hospedábamos. Mi amigo Matt me acompañó para pedirle al camarero un cocktail que decía iba muy bien para los resfriados. Con complicidad y eficiencia, el camarero me sirvió un hot toddy: bebida caliente compuesta por agua, whisky, miel, limón, clavo y canela. En seguida me empecé a encontrar mejor y antes de acabarlo ya estaba pidiendo otro.
"La chica era realmente muy atractiva. El encuentro era mucho más íntimo, como si nos estuviéramos conociendo más a fondo"
Con el tercero en la mano me encontraba ya en el escenario, tocando con Dani y dando uno de los mejores conciertos de esa gira. Había unas 60 personas; un público muy entregado y respetuoso. Tras el concierto, la gente se fue retirando y la sala de al lado, dentro del mismo hotel, empezaba a recibir a otro público ajeno a nuestro concierto, más interesados en bailar y seguir la noche.
Allí la música estaba altísima y la sala medio vacía. Nadie parecía escucharla, apenas bailaban y además todo el mundo parecía muy alterado, gesticulando mucho en sus conversaciones. Me llamó la atención.
Cuando el camarero nos sirvió, descubrí que a mi lado tenía a una chica que nos estaba observando. Era muy guapa, y alzó su copa invitándonos a brindar. Me acerqué y le dije algo, ella no respondía, sólo sonreía. Entonces sacó una libreta y un boli y se puso a escribir: "I am deaf" ("Soy sorda"). Yo, atónito, al instante pensé que era verdad por la sinceridad de su mirada. Luego me asaltó la duda y pensé que quizás la chica estaba tomándome el pelo, pero seguí el juego. Me dijo que era una fiesta de una convención de sordos: toda esa gente que gesticulaba tanto al hablar y no bailaban eran sordos.
La chica era realmente muy atractiva. Por el simple hecho de leer nuestras palabras en lugar de pronunciarlas, el encuentro era mucho más íntimo, como si nos estuviéramos conociendo más a fondo.
En seguida se unió Matt y empezamos a charlar con una naturalidad sorprendente. Nos preguntó qué hacíamos en el hotel y le contamos que éramos músicos y que habíamos tocado en la sala de al lado. Ella sonrió, pero esta vez con una expresión muy diferente, con tristeza por el hecho de que la música era una de las cosas que probablemente nunca podrá disfrutar. De repente, por primera vez sentí un vacío entre ella y yo. Ella no podía escuchar una insoportable canción que sonaba a todo volumen en la sala y, hasta ese momento, yo tampoco. Entonces le sugerí salir fuera a fumar y continuar la conversación.
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