Este artículo se publicó hace 15 años.
"Hoy, aquí, no hay crisis"
En el Salón del Automóvil se ofren paseos en Ferrari por 50 euros
"¿Crisis? Aquí, hoy, no hay crisis". La frase la pronunció uno de los responsables de la compañía Red Events minutos después de la apertura al público del Salón Internacional del Automóvil de Barcelona. La buena acogida de los visitantes a su empresa le daba la razón: ofrecen paseos en Ferrari de 10 minutos a razón de 50 euros. Y la cosa marchaba: entre clientes y curiosos, una pequeña multitud espera al flamante F-355.
A las puertas del recinto, el sindicato CGT recibía a los visitantes con una protesta: "Que la crisis la paguen los ricos". Pero el tono reivindicativo de los manifestantes no cala y Montjuïc se divide entre los que van al grano, en busca de coche, y los que se pasean con aire soñador admirando los últimos modelos.
"Lo tengo casi decidido. Busco coche y creo que ya sé cuál compraré", dice María, mientras sus dos hijos corretean entre los vehículos. "El mío está viejo y aquí hay oportunidades", añade.
Menos pragmáticos son un grupo de chavales que se apresuran por la feria. Tienen peinados imposibles y las caras de niño. "Nos queda tres para tener el carné", dice uno de ellos. Sus autos favoritos no están al alcance de cualquiera: Ford Mustang, Porsche Boxster, BMW M3... Pero ante todo, tunning. "Tendrías que ver las motos, las tenemos guapas", comenta otro.
"Me lo vendían por 60.000 euros, una ganga", se oye ante un LamborghiniCon el mismo aire soñador se pasea Daniel, tirando del triciclo de su hija Natalia. "Me encantan los Mercedes", suspira. Él es transportista y tiene una Renault Picasso.
El Salón, que celebra los 90 años desde su fundación, sirve también de punto de reunión para los aficionados a la Fórmula 1, que han tenido durante todo el fin de semana en el Salón una previa a los decibelios de Montmeló.
Los tramoyistasPero si los coches son las estrellas es en parte gracias al trabajo de gente como Marcos. Es ecuatoriano y se dedica a limpiar, mimar y repasar los autos para que reluzcan al máximo. Armado de un paño y un plumero, se pasea afanosamente entre los Nissan. "Claro que me gustan los coches: a todo el mundo le gustan", asegura. Le esperan 11 horas de trabajo.
Otra pieza clave del Salón son sus azafatas. Georgina admite que su vehículo es "muy viejo", pero no se plantea cambiarlo: "El que tengo me salió bueno". A su lado, Laura dice que ha venido a trabajar en tren y que no tiene coche porque no lo necesita. A pesar de todo, saluda sonriente a los visitantes que le echan fotos más o menos furtivas. "Son simpáticos", dice.
En una edición que se ha convertido desde su gestación en un ejercicio de optimismo, no podía faltar alguien como Alejandro. Se dedica a la carpintería metálica y mira con devoción un Lamborghini Gallardo Leggera. "3.700 centímetros cúbicos, 500 caballos, 40 válvulas", recita. "Me lo vendían por 60.000 euros, una ganga... Estuve a punto de comprarlo", añade.
En efecto, esta semana, en Barcelona, no hay crisis.
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