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Hugo Chávez, un hombre bueno que vivirá para siempre

VÍCTOR RÍOS

Investigador del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales de la Universidad Pompeu Fabra y miembro del Frente Cívico Somos Mayoría.

Tiempo habrá para aquilatar serenamente la contribución de Hugo Chávez Frías en la ingente tarea de saldar la histórica deuda social y cultural contraída por los Imperios y las oligarquías locales con las clases populares de su amada patria, la República Bolivariana de Venezuela, de su Patria Grande, Nuestra América, y de todos los pueblos y personas humildes del planeta. Tiempo habrá para dar a conocer más y mejor en esta vieja Europa datos y experiencias de los procesos de transformación impulsados por Chávez y la revolución bolivariana desde su primer triunfo electoral en diciembre de 1998 hasta nuestros días.

Con Chávez, el bravo pueblo venezolano ha sembrado e irradiado múltiples y valiosas enseñanzas para nosotros, hoy, aquí y ahora. Por ejemplo, una Constitución que ya la quisiéramos tener por estos pagos, con posibilidad de referéndums revocatorios de todos los cargos electos a mitad de sus mandatos, desde el Jefe del Estado hasta los concejales; con la incorporación de nuevos órganos de poder ciudadano, y de tantos otros derechos económicos, sociales y culturales que aquí se desconocen. Con Chávez se han impulsado unas políticas sociales de resultados reconocidos por organismos internacionales como la UNESCO, la Organización Mundial de la Salud, la CEPAL... Con ellas el pueblo venezolano y los de los países que conforman la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) están caminando hoy en la dirección opuesta a los europeos. Es decir, reduciendo la exclusión, la pobreza y las desigualdades. Las cifras cantan. Pero en estas líneas no voy a adentrarme en ellas.

Pues escribo desde el profundo dolor y tristeza que me atenaza en estos momentos. Sentimientos que en estas horas comparten muchos, muchos millones de mujeres y hombres venezolanos, latinoamericanos, caribeños y buenas gentes de todo el planeta. Sentimientos que me conducen directamente a evocar algunos de los momentos compartidos con un hombre bueno, un hombre a la vez audaz y realista, una persona que ya en vida pasó a ocupar un lugar indiscutible en la historia de Venezuela, de América Latina y de la lucha internacional de los pueblos por su liberación nacional y su emancipación social. Un hombre cuya contribución a hacer realidad el viejo proyecto de una unión latinoamericana y caribeña libre y soberana ha dejado sus frutos en lo que hoy ya es la ALBA, la UNASUR y la CELAC.

Para mí ha sido un enorme privilegio, un gran honor, haber podido tratarlo en persona, acompañarlo en algunos de sus viajes internacionales y trabajar para él y al servicio de su pueblo con la intensidad y la exigencia que él era el primero en aplicarse a sí mismo de manera cotidiana. Recuerdo cuando entraba de pronto en el despacho para recabar una opinión sincera sobre un discurso recién pronunciado, su sentido del humor y su campechana autenticidad, cómo esbozaba una sonrisa franca y abierta al presentarme como miembro de su comitiva ante el presidente Zapatero en una visita de éste a Venezuela, diciéndole: 'mira, éste es un subversivo compatriota tuyo que me traje aquí a trabajar conmigo'. No olvidaré lo a gusto que se sentía departiendo con personas muy humildes durante una visita realizada al Bronx en compañía del embajador Bernardo Álvarez, aprovechando su estancia en Nueva York para intervenir en el 60º Período de Sesiones de la Asamblea General de la ONU, en septiembre de 2005. Al acercarme a felicitarlo tras su vibrante discurso, me espetó en seguida: 'no Víctor, esto no es obra mía sino de todos, soy yo quien agradezco a todo el equipo la tarea realizada'. Cuán lejos están estos pequeños ejemplos, y tantos otros que guardaré para siempre en mi corazón y mi memoria, de los estereotipos forjados por sus detractores, interesados en combatir el cariño y el afecto que su pueblo le profesa, y temerosos del 'efecto contagio' que ello podía provocar en otras tierras.

Su decisión de plantear la necesidad de poner rumbo a un socialismo del siglo XXI, comentada en una reunión privada en el marco del Encuentro de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad celebrado en Caracas en diciembre de 2004, y luego lanzada en público en el Foro Social Mundial de Porto Alegre en enero de 2005, marcó un hito en la historia del socialismo y del movimiento revolucionario latinoamericano e internacional. Recuerdo las reflexiones y elaboraciones de múltiples documentos realizadas entonces en su Despacho de la Presidencia, a las que contribuían activamente múltiples compañeros venezolanos como Haiman El Troudi, Luis Bonilla, Luis Vargas o Gonzalo Ramírez, y cooperantes internacionales que estaban entonces allí como Marta Harnecker, Juan Carlos Monedero, Michael Lebowitz u otros que aportaban sus fecundas reflexiones desde aquí, como Paco Fernández Buey.

Las preguntas que nos hacíamos eran muchas y el presidente Chávez animaba a avanzar sin dilación en las reflexiones para traducirlas en acción política y de gobierno en la que el pueblo organizado tuviera también una participación activa. ¿Qué balance hacer de los socialismos del siglo XX? ¿Cuál debía ser el papel del bolivarianismo y de otras corrientes de pensamiento emancipador latinoamericano en la formulación de una propuesta socialista revolucionaria para Venezuela y para América Latina? ¿Cómo plantear la transición de la economía y los valores propios del rentismo petrolero heredado hacia una política económica que pusiera dicha renta al servicio de un nuevo modelo productivo y de relaciones sociales? ¿Cómo ir transformando los viejos aparatos del Estado para avanzar hacia un Estado Comunal, basado en una democracia participativa y protagónica de nuevo cuño?

Hugo Chávez no se cansaba de hacer pedagogía de modo permanente, de explicar su proyecto, proponer innovaciones y escuchar las demandas de su pueblo, de querer verificar siempre el grado de cumplimiento de la acción de gobierno aprobada y el buen uso de los recursos dispuestos. Comprendía y exigía. Exigía y comprendía. Y así ha sido hasta el agotamiento de sus fuerzas. Como botón de muestra no hay más que ver la retransmisión hecha por Venezolana de Televisión del Consejo de Gobierno del 20 de octubre de 2012, a los pocos días de su clara victoria en las elecciones presidenciales.

Hoy en la prensa el titular es unánime, pero no los sentimientos. Los medios digitales libres de verdad, independientes de los poderes económicos, describen el hecho luctuoso y acogen textos escritos por plumas que destilan tristeza y dolor. Los grandes grupos empresariales mediáticos internacionales y españoles -algunos venidos a menos en solvencia y a nada en credibilidad-, traficantes de información sin escrúpulos, como hemos tenido ocasión de ver muy recientemente, por fin pudieron poner el titular que estaban deseando semana tras semana. Pero a éstos últimos, el pueblo venezolano, los pueblos latinoamericanos y caribeños, y los que aquí nos sentimos solidarios con ellos y unidos hoy en su dolor, les vamos a mostrar que una vez más se equivocan: como Martí, Bolívar, Zapata, el Ché y tantas personas anónimas que han dado lo mejor de sí por forjar una humanidad justa y libre en una tierra habitable, Hugo Chávez Frías llegó para quedarse. Y vivirá para siempre. En el corazón de los venezolanos humildes, de los venezolanos buenos, y de todos los hombres y mujeres de cualquier rincón del planeta que no dejaremos de agradecerle que se haya dejado la vida en mostrar que sí se puede plantar cara a los poderosos, dar visibilidad y dignidad a las personas más humildes y transformar las condiciones de vida y de trabajo de las mayorías sociales cuando éstas se dan cuenta del poder que tienen al perder el miedo y luchar unidas.

Seguir su ejemplo de compromiso con los de abajo, en Venezuela y en cualquier parte, nos hará sin duda mejores y más libres. Ese es el compromiso de su pueblo cuando inunda las calles anunciando que todos somos Chávez. Ese es el legado y el reto que nos deja. Permítanme que, con los ojos húmedos y un nudo en la garganta, les anuncie algo humildemente, pero a la vez con mi deseo expreso de contribuir a ello con gran convicción: ahora más que nunca, Chávez no se va.

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