Este artículo se publicó hace 15 años.
El ser humano será capaz de crear vida en el laboratorio, según el prestigioso biólogo Kauffman
El ser humano será capaz de crear vida en un laboratorio por medios artificiales a partir de la materia inerte en un plazo de tiempo relativamente corto, según ha asegurado hoy el prestigioso biólogo norteamericano Stuart Kauffman.
Este experto, que ha alcanzado gran relevancia mundial por sus teorías sobre la autoorganización, el caos y los sistemas complejos, participa estos días en San Sebastián en el congreso internacional "Cuestiones abiertas sobre los orígenes de la vida", organizado por la UPV con motivo del bicentenario del nacimiento de Charles Darwin y del 150 aniversario de la publicación de su obra "El origen de las especies".
El biólogo estadounidense, que actualmente trabaja en la Universidad de Calgary (Canadá), reflexiona, en una entrevista concedida a Efe, sobre las capacidades del hombre para crear vida de forma artificial, algo que resulta factible aunque, según advierte, estará sujeto a grandes dificultades, porque los científicos que lo intenten deberán hacer frente a un problema muy complejo y de "muchas dimensiones".
A pesar de ello, para Kauffman no es descabellado pensar que en unos "veinte años" se podrían empezar a obtener resultados básicos que comiencen a despejar el camino hacia la creación de vida artificial, ya que para entonces se lograrán juntar "lípidos" con "moléculas que se replican" y añadirles "una forma de gestionar la energía adecuada para el sistema".
En la entrevista, el biólogo norteamericano aborda esta cuestión desde un punto de vista totalmente científico, sin plantearse dilemas éticos como la posibilidad de que, una vez adquirida la capacidad de crear vida de forma artificial, los humanos empiecen a jugar a "ser dioses" con esta nueva capacidad.
Argumenta para ello que el propósito de la reunión internacional en la que participa en San Sebastián no es filosófico, sino que pretende "intentar empezar a resolver el problema" del origen de la vida sobre nuestro planeta "desde un punto de vista en el que no haga falta recurrir a una entidad superior o extraterrestre" como creadora de esa vida.
Esta capacidad de la vida de surgir de forma espontánea en unas condiciones determinadas le lleva a pensar asimismo que resulta "altamente probable" que también pueda existir en otros puntos del universo distintos a nuestro planeta.
Considera además que esta circunstancia se ve reforzada por el descubrimiento en la Tierra de bacterias denominadas extremófilas, que prosperan en condiciones extremas que antes parecían incompatibles con la vida, como temperaturas muy elevadas o grandes concentraciones de hierro y azufre.
Kauffman no oculta su admiración por Charles Darwin, de quien opina que constituye "una de las claves fundamentales dentro de la ciencia occidental", sin que actualmente seamos aún "conscientes del todo" de "hasta dónde" llegan sus enseñanzas, que "todavía tienen mucho recorrido".
Entre ellas destaca algo que, a su entender, Darwin dejó "implícito" en sus investigaciones y que ahora nos corresponde a nosotros hacerlo "explícito", como es el hecho de que "la evolución del mundo depende de una causa final ciega", o lo que es lo mismo que "la evolución no tiene propósito ni está dirigida", sino que los seres vivos progresan en función de las oportunidades que se le presentan o encuentran en su camino.
Por este motivo, Kauffman considera que "el devenir del universo no se puede describir completamente a través de leyes causales eficientes" como establecía el pensamiento dominante desde Aristóteles hasta Newton.
Kauffman confiesa que él no cree en la existencia de un Dios "sobrenatural", aunque sí encuentra una naturaleza similar a la divina en la fuerza "creativa" de la naturaleza, un nuevo "sentido de lo sagrado" que puede ser compartido por todas las civilizaciones y que podría ayudarles a escapar de los fanatismos religiosos que, a su juicio, están "matando" las sociedades actuales.
Una forma de pensamiento que le lleva a pensar que nuestros antepasados primitivos no estaban equivocados al adorar a la naturaleza y a la madre tierra como algo sagrado.
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