Este artículo se publicó hace 14 años.
Los humanos comían elefantes hace 1,3 millones de años
Un equipo español halla en Tanzania fósiles que iluminan el origen del hombre
Hace 1,3 millones de años sucedió algo fundamental en la evolución humana, un cambio que ayudaría a explicar por qué hoy hombres y mujeres viven en ciudades y organizan mundiales de fútbol. Un equipo de investigadores españoles acaba de desenterrar en la garganta de Olduvai (Tanzania) un conjunto de fósiles que demuestran que el Homo ergaster, el tatarabuelo de todos los humanos, ya se alimentaba de elefantes hace 1,3 millones de años.
El hallazgo va mucho más allá de revelar las costumbres gastronómicas de los primeros humanos, como explica uno de los codirectores de las excavaciones, el profesor de Prehistoria en la Universidad Complutense de Madrid Manuel Domínguez-Rodrigo. "Teníamos constancia de que los primeros humanos consumían animales de hasta 300 kilogramos, pero alimentarse de elefantes, de varias toneladas, implica un gran cambio", asegura. En algún momento, los Homo ergaster, posiblemente descendientes del primer humano, Homo habilis, "se juntaron", como interpreta con cautela Domínguez-Rodrigo, a falta de análisis exhaustivos que llegarán pronto. "De repente, parece que tenían más bocas que alimentar. Habían formado grupos grandes, en lugar de moverse en solitario o en pequeños grupos", señala el científico.
Su equipo, ahora integrado en el recién creado Instituto de Evolución en África, acaba de finalizar su quinta campaña de excavaciones en Olduvai, la cuna de la humanidad. Han hallado fósiles de elefantes con marcas de herramientas de piedra. Y también de sivaterios, enormes parientes de las jirafas ya extintos, devorados por los humanos. Todavía no es posible saber si fueron cazados (lo que supondría un trabajo en equipo muy desarrollado) o consumidos como carroña.
"Sabemos quién hizo esto", presume el profesor. Junto a los restos de animales han aparecido dos fósiles de Homo ergaster: un radio y un fémur. Es la primera vez que se desentierra el radio -un hueso del antebrazo- de un ejemplar de esta especie, pero el hallazgo más importante podría ser el hueso de la pierna, el fémur.
La actual descripción física de los Homo ergaster se apoya en extrapolaciones a partir de un esqueleto descubierto en 1984 cerca del lago Turkana, en Kenia. El problema es que aquel individuo, que murió hace 1,6 millones de años por una muela picada, era un niño. Medía 1,60 metros y la comunidad científica calculó entonces que habría crecido hasta 1,85 metros. El nuevo fragmento de fémur, presentado ayer en la Universidad de Alcalá de Henares, servirá para poner de una vez por todas una longitud fiable a nuestro tatarabuelo.
"Una de las prioridades ahora es averiguar la talla del Homo ergaster, que es uno de los grandes debates de la paleoantropología", narra Enrique Baquedano, director del Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid y codirector de los trabajos en Olduvai. El Homo habilis era casi un mono achaparrado comparado con la anatomía casi moderna de su hijo, más alto y con piernas largas y brazos cortos, además de elaborar una industria lítica más sofisticada. "Entre habilis y ergaster hay un salto tremendo", subraya Baquedano. El análisis de los nuevos fósiles de Olduvai, cuyo resultado se conocerá en los próximos meses, iluminará este salto clave en la evolución humana.
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