Este artículo se publicó hace 16 años.
Iconos extraordinarios y joyas magníficas en una exposición dedicada a Bizancio
Iconos extraordinarios, joyas magníficas, delicados micromosaicos, interesantes pinturas al temple, cruces procesionales y ornadas piezas de orfebrería, marfil y otros materiales nobles integran la exposición que la Royal Academy of Arts dedica al imperio bizantino.
Desgraciadamente, algunos de los mosaicos más interesantes, los del monasterio de Santa Catalina, en Sinaí (Egipto), que representan la culminación de la pintura bizantina, no habían llegado a Londres este martes, día de la presentación a la prensa, aunque fuentes de la institución aseguraron a Efe que están en camino.
Sinaí es especialmente interesante porque ha sido a lo largo de los siglos un importante centro de peregrinación: una monja española llamada Egeria visitó allí en el siglo IV el lugar donde, según la Biblia, Moisés se quitó las sandalias frente a la zarza ardiente, además del monte donde recibió las Tablas de la Ley.
Sus preciosos iconos escaparon al decreto iconoclasta del emperador León III, quien en el año 730 ordenó la destrucción de todas las imágenes que mostrasen a Jesús, María o los santos, gracias a que el monasterio de Santa Catalina había dejado de pertenecer al imperio bizantino a finales del siglo VII.
Bizancio fue el equivalente de una superpotencia de hoy pero en la Edad Media y sus emperadores, considerados como representantes de Cristo en la Tierra, eran figuras carismáticas.
Su Iglesia se presentaba a sí misma como guardiana de la ortodoxia y unos embajadores que visitaron Santa Sofía en 987 confesaron, llenos de admiración, no saber si se encontraban "en el cielo o en la tierra".
Los comisarios de "Bizantium 330-1453", que se inaugura el 25 de octubre y estará abierta al público hasta el 22 de marzo, han logrado reunir más de 340 piezas, que incluyen además esmaltes, tapices, candelabros, relicarios y objetos de uso doméstico de distintas colecciones, desde el Tesoro de San Marcos de Venecia hasta Rusia, Ucrania, Alemania o incluso Estados Unidos.
La exposición documenta el desarrollo del arte bizantino en todas sus manifestaciones desde la fundación de Constantinopla por el emperador Constantino el Grande hasta la caída de la ciudad a manos de los turcos otomanos en 1453.
Analiza la gran influencia que ejercieron ese arte y su iconografía religiosa sobre las iglesias ortodoxas y no ortodoxas del Este como la de Armenia, la copta o la nestoriana.
Ordenada cronológicamente, explora los orígenes de Bizancio, los reinados de Constantino y Justiniano, caracterizado este último por una extraordinaria energía política y artística; el movimiento iconoclasta y la resurrección artística que vivió el imperio una vez pasado ese período destructor.
Asimismo estudia la fuerte influencia que ejerció el arte bizantino en el primer Renacimiento italiano.
Giorgio Vasari, pintor, arquitecto y biógrafo de los artistas renacentistas, se refirió a esa influencia cuando escribió de Cimabue que imitó a los "artistas griegos que vinieron a Florencia, pero mejoró su arte y lo elevó por encima del nivel que aquellos habían alcanzado".
Entre 1204 y 1261, Constantinopla estuvo en manos de los cruzados latinos, pero el retorno de los emperadores bizantinos impulsó un período final de gran diversidad artística como se refleja en el arte no sólo de la capital sino también de Rusia y los Balcanes y en los preciosos manuscritos miniados, los micromosaicos y trabajos en metal.
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