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La verdad de la imagen rota

El Reina Sofía presenta Archivo F.X., el último proyecto de Pedro G. Romero

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Decía Ray Loriga que lo peor no son las horas perdidas sino los crucifijos hechos con pinzas. Con menos efectismo pero similar obsesión por las imágenes exhibe Pedro G. Romero (Aracena, 1964) el núcleo duro del proyecto Archivo F. X., que empezó en 1999. La Abadía de Santo Domingo de Silos acoge hasta el 27 de septiembre un conjunto de iconoclastia rota que lo confirma como "uno de los artistas españoles más relevantes del momento", según Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, que organiza la exposición.

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Pedro G. atribuye su manía por la imagen al hábitat del sur. A mediados de los noventa empezó a coleccionar libros de iconoclastia, en los que se cruzaba con nombres propios de la historiografía, como Walter Benjamin o Marie-France Auzépy. "Las imágenes alcanzan su máximo nivel de verdad cuando son atacadas. El ataque subraya su carácter poderoso", revela. Es como si viera en su mutilación un plus de significación y se lo hace notar al visitante de la muestra.

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La primera pieza que presenta, Décor, es la reproducción de una checa de tortura a partir de la original, instalada en la iglesia de Vallmajor de Barcelona durante la Guerra Civil, que fue diseñada teniendo en cuenta estudios artísticos sobre la influencia de la luz y el color en el estado emocional de la víctima.

Llamada al orden parafrasea a Cocteau en su llamamiento a superar la radicalización de las vanguardias. Se puede ver la escultura del soldado ruso que reemplazó al árabe del grupo escultural Santiago matamoros en la iglesia de Castaño de Robledo (Huelva) en 1939. "Me interesaba esa idea de rotación del enemigo y del vacío creado por la ausencia de enemigo", dijo el artista.

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La mutilación vuelve en Antiglobalización, en la que Pedro G. reproduce las monedas acuñadas por la Cooperativa Mútua Católica de Manlleú, que el comité municipal hizo circular una vez tachada la marca religiosa. La película de Fernando Mignoni, Nuestro culpable, cierra una exposición que obliga al visitante a buscarse sus historias.

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