Este artículo se publicó hace 15 años.
La inesperada vuelta a casa de los presos españoles
Con tanta premura como falta de anticipación, la experiencia carcelaria de los primeros 178 presos españoles en Marruecos que se han beneficiado de las medidas de gracia concedidas por Mohamed VI en el décimo aniversario de su coronación acaba de finalizar.
Son parte de los 659 detenidos extranjeros a los que ha ido dirigido el indulto total o parcial, y que desde ayer jueves han comenzado a abandonar las cárceles del país.
"Es como si te tocara la lotería", dijo a EFE B.T., uno de los dos reos que este jueves salió de la cárcel de Casablanca, y para el que la delegación consular en la ciudad ultimaba hoy el papeleo de su partida de Marruecos.
Arrestado en el aeropuerto de la capital económica marroquí y condenado a cinco años por tráfico de drogas, este menorquín de 37 años, que "de toda la vida" se había dedicado a la hostelería, apenas había cumplido once meses en la penitenciaría.
"No pensaba que fuera a estar cinco años. A veces hay que tener un poco de fe" afirmó en conversación telefónica al poco de salir de la prisión, tras una reclusión en la que asegura que "se pierde mucha vida".
Con los nervios de su inesperada puesta en libertad, cuenta cómo era el único español en una celda con capacidad para 15 personas pero en la que se hacinaban "hasta 27" reclusos, de los que le separaba una distancia tanto lingüística como mental.
Indultos como los otorgados en esta ocasión, y que tienen lugar varias veces al año con motivo de las fiestas nacionales y religiosas más importantes, sirven además para descongestionar las superpobladas cárceles marroquíes.
La mayor medida de gracia otorgada hasta la fecha por Mohamed VI benefició a 47.988 condenados por el nacimiento de su primer hijo, el príncipe Mulay Hasán, en mayo de 2003, mientras que por el de su hija, la princesa Lala Jadiya, en marzo de 2007, fueron indultados 33.054.
Los 24.865 presos del décimo aniversario de la entronización, de los cuales 16.018 han obtenido un indulto total sobre su tiempo de condena pendiente, mientras que 8.732 verán su pena reducida, representan cerca de un 40 por ciento de la población reclusa.
Y ese porcentaje se eleva a entre el 65 y el 80 por ciento de los detenidos españoles en el país, que, según datos del Gobierno español facilitados a comienzos de julio, entonces ascendía a 228 presos, si bien las autoridades consulares españolas en Marruecos elevan esta cifra hasta los 278.
"Las salidas están siendo a cuentagotas. Hay un ambiente de crispación entre los que todavía quedamos, por toda la desinformación. Gente que lleva años aquí dice que nunca había visto algo parecido", explica el gallego J.J.P. desde la cárcel de Tánger.
De ese centro, que alberga al mayor número de internos españoles, con un total de 119, se fueron ayer los primeros dieciséis.
En las cárceles marroquíes se acumulan ahora los expedientes de quienes van a salir, para estudiar en cada caso su situación personal, un trámite tras el cual son llevados a la comisaría central de la demarcación consular, y de ahí directamente hasta el punto desde el que se les envía a España.
"Nos han contado que menos los que no han sido juzgados, de la cárcel de Tánger van a ir todos a la calle. Yo también debería, pero si salgo, será cuando a ellos les dé la gana. Nos ponen el caramelo en la boca y para los que estamos hasta el final es muy difícil aguantar", asegura P.
Fue condenado a tres años y medio por tráfico de drogas, después de que se le descubrieran 37 kilos de hachís en la aduana de esa ciudad, y de los dos años y medio a los que se vio reducida su pena le quedan justo "tres meses y 19 días".
"Esto ha sido una miseria", lamenta. "Hay hacinamiento y un estrés en el que hasta por un cigarrillo puede haber cuchilladas. Estos dos años solamente me han servido para estabilizarme. Entré con adicción al alcohol y a la cocaína y creo que ya se me ha pasado la tontería".
Ahora sólo quiere "tener una vida normal" y recuperar su trabajo de celador en un centro de salud. Ninguna intención, en esa nueva etapa, de repetir el viaje a Marruecos, ni de recomendarlo.
"La gente que viene aquí no piensa en lo que puede encontrar. No se te habla de los escáneres ni de las medidas de seguridad del gobierno marroquí. Se te promete el oro y el moro y al final ese dinero no aparece. Y esto -concluye- acaba saliendo muy caro".
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