Este artículo se publicó hace 13 años.
Las inmortales de la II República
Un grupo de mujeres recuerda su paso por la cárcel
Rocío Ponce
Rojas. Putas. Perseguidas. "No éramos delincuentes, sino luchadoras por un mundo sin guerra, sin hambre y en libertad. Ese fue nuestro delito". Estas son las palabras de Concha Carretero, una de las protagonistas de la exposición Mujeres republicanas, de Javi Larrauri, que durante el pasado fin de semana ha albergado el madrileño Círculo de Bellas Artes.
Todas rondan los 90 años. Siendo adolescentes ya militaban en las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas, en el Partido Comunista, en Juventudes Socialistas Unidas... Y siguen haciéndolo. Estas mujeres coinciden en que su ideario se debía, en buena medida, a lo que sus padres les habían inculcado. "Mis padres me lo enseñaron todo, ellos eran socialistas auténticos. Él decía que la política no era para enriquecerse sino para dar a los demás", recuerda Carmen Arrojo.
"Éramos víctimas de una obsesión por matar al que no pensara igual"
El primer paso para formar parte de esas organizaciones era bien sencillo. Simplemente apuntarse. Después comenzaba el verdadero trabajo. Entregar pasquines, periódicos, organizar, formar parte de la lucha pro-amnistía, servir de correo encubierto... Eran algunas de las tareas que las mujeres republicanas llevaron a cabo durante la Guerra Civil y la dictadura. Ellas estaban dispuestas a correr el riesgo de ser descubiertas o delatadas. Muchas pasaron años en cárceles y en campos de concentración.
El sentimiento general entre estas mujeres es que lucharon "como cualquier hombre, porque no había tanto machismo entre los compañeros", explica la poetisa Ángeles García-Madrid, una de las republicanas. "La labor de la mujer republicana fue educar a sus hijas para que no aguantasen la potestad del hombre", recalca. Por otro lado, Concha Carretero cree que actualmente la gente piensa que mujeres y hombres son iguales porque "pueden hacer lo que les da la gana". Pero ella opina que la verdadera igualdad está "en el derecho al trabajo, el derecho a la educación y a una serie de cosas por las que la República se distinguió".
A Concha Carretero el paso de los años no le ha borrado ni una de las letras de las canciones republicanas que aprendió siendo joven. Y siempre que puede se arranca. Esta vez, la ironía se materializa en la letra que hicieron estando detenidas en la cárcel de Ventas: "Cárcel de Ventas, hotel maravilloso, lleno de higiene, lujo y confort, donde no hay agua ni cama ni comida, en el infierno se está mucho mejor".
"Sabía que estaba poniendo en juego mi vida y lo volvería a hacer"
Gusanos en las lentejas. Un plato al día. Ratas que corrían por sus cuerpos mientras dormían. Palizas. Limpiar la sangre de sus compañeros. La vergüenza de ser marcadas públicamente cuando les rapaban la cabeza. Ver cómo pegaban a sus maridos y los arrastraban delante de sus celdas. Insultos y vejaciones. 30 personas conviviendo en el espacio destinado a dos. Nada de eso consiguió detenerlas en su lucha por sus ideas de libertad y justicia. Aunque tienen una espina clavada: el recuerdo del sonido de los disparos la madrugada del 5 de agosto de 1939, cuando 13 jovencísimas republicanas fueron fusilados.
"Oímos perfectamente los disparos desde la cárcel, y también vimos cómo se iba la camioneta que las llevaba. Al amanecer, se oía la voz de Julia Conesa cantando La joven guardia y todas se le unieron. Mientras llevaban hacia el este a las 13 Rosas", recuerda emocionada García-Madrid.
En esos momentos, Concha Carretero, encarcelada e inconsciente, estaba a punto de vivir uno de los momentos más difíciles de su vida, si no el que más. "Yo tenía el mismo expediente que las 13 Rosas y cuando me llamaron al despacho de la directora lo supe, me iban a fusilar", rememora.
En prisión comieron lentejas con gusanos y sufrieron palizas
Desnuda y asustada, delante de la tapia del cementerio y a oscuras, los franquistas le enseñaron las tumbas de sus camaradas. Por suerte, salió de allí.
La odisea si se lograba salir"La odisea era donde te metías si conseguías salir de la cárcel", explica Arrojo. La cárcel continuaba en la calle. Feli Plaza no ha olvidado cómo la perseguían a ella y a su marido por las calles de Madrid. "Trabajábamos en el partido a escondidas, con reuniones clandestinas", explica. Otras pidieron a sus amigos que las escondieran en sus casas.
Carmen Rodríguez cree que ellas fueron "víctimas de la obsesión por matar al que no pensara lo mismo". No es revancha lo que piden, pero sí que se sepa que muchos murieron por esa lucha. Carmen Carretero, desencatada con la política actual, opina que la Ley de Memoria Histórica es "un bonito pretexto para que creamos que se va a hacer algo y no se hace nada".
Y todas ellas, mirando atrás, ¿eran conscientes de lo que se jugaban? "Sabía que ponía en juego mi vida y lo volvería a hacer", responde García-Madrid. "Somos la joven guardia", concluye Carretero.
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