Este artículo se publicó hace 3 años.
De la inocencia a la necesidad o cómo los filtros pueden destrozar la autoestima
Utilizar un filtro en una aplicación de fotografía para cambiar los cánones de belleza y normatividad. Esa es la realidad a la que recurren muchos jóvenes que, en ocasiones, termina derivando en que algunos de ellos no se acepten tal y como son.
Madrid-
¿Cara cansada? Filtro. ¿Un grano? Filtro. ¿Rojeces en la piel? Filtro. ¿Cara lavada? Filtro. ¿Cara maquillada? Filtro. Es muy fácil verte perfecta con solo pulsar un botón. Basta con abrir Instagram o Snapchat y cientos de filtros te dan la opción de agrandar tus ojos, aumentar tus pómulos, rellenar tus labios, ponerte piel de porcelana... Sin necesidad de Photoshop, sin tener que retocarte durante horas frente a un ordenador. Es tan simple como usar tu filtro de confianza y ya estarás perfecta o perfecto para tus seguidores.
Parece un acto inocente, divertido, algo que cualquiera de tus amigas y tus amigos hacen. Un filtro y entras en los cánones de belleza y normatividad sin ni siquiera tener que arreglarte, pero ¿es esa tu imagen real? Después de tanto filtro, ¿te aceptas tal y como eres? Lo cierto es que muchas personas no. De hecho, el 23% de las mujeres encuestadas para un estudio de Dove, que incluye a más de 500 españolas de 10 a 17 años, no se ven del todo bien si no editan sus fotografías y el 20% siente decepción por no tener en la vida real el aspecto que tiene en sus fotos de internet. Y sí, es que ya hay muchas personas jóvenes que necesitan un filtro para verse bien, que ya no se gustan al natural, incluso que recurren a cirugías y pequeños retoques como el colágeno en los labios para intentar parecerse a la "yo" de Instagram y no a la "yo" real.
De la inocencia a la necesidad
"Nos están vendiendo una realidad falsa"
"Utilizo filtros siempre porque no estoy cómoda con mi imagen. Yo ahora estoy hablando contigo y me siento bien pero en las redes sociales es todo distinto, no tiene nada que ver la vida real con la vida en las redes. Por ejemplo, las influencers utilizan filtros de forma oculta, para que parezca que las imágenes son naturales y nos están vendiendo una realidad falsa", explica Olga, una joven de 22 años.
Olga cuenta que la utilización de filtros es algo común entre la gente joven, mucho más entre las mujeres jóvenes. "El 90% de mis amigas utilizan filtros de Instagram, solo conozco a dos personas que no los utilizan. Al final, estos filtros son un chute de autoestima y de seguridad. Igual que puede ser el poner morritos para tener los labios más voluminosos o maquillarte".
Para Olga, la dinámica de Instagram con los filtros consigue que muchas personas dependan de ellos para mejorar y sostener su autoestima. "Al final es como una droga, te acostumbras a una cierta dosis. Yo empecé con filtros de broma, seguí con filtros que me modificaban un poco la cara pero de forma menos exagerada y ahora ya no puedo escapar de los filtros más exagerados que te hacen los ojos más grandes, la nariz más pequeña y los labios más carnosos... Es muy difícil salir de ahí, como decía es como una droga, cada vez quieres más y lo que ves te parece menos".
"Aunque hubiese estado llorando me ponía un filtro y de repente era todo maravilloso"
Manuela tiene 21 años y tuvo que dejar durante meses sus redes sociales por recomendación psicológica. "Estuve mucho tiempo posteando mi vida en redes y los filtros me servían para camuflar mis días malos. Aunque hubiese estado llorando me ponía un filtro y de repente era todo maravilloso, tenía una buena cara, todo iba bien, no había llorado, no había tenido un mal día… Llegó un punto en el que yo tenía un trastorno de la conducta alimenticia y las redes eran un arma de doble filo. A mí me acabaron destrozando porque los filtros me anularon como persona. Yo ya no sabía ni quién era sin un filtro. Me gustaban los filtros que me quitasen todas las marquitas de la cara, que me hiciesen más morena en verano, que me hiciesen los ojos más grandes, que me hiciesen más delgada la cara, que me marcasen más los pómulos...", cuenta.
Manuela asegura que ahora, tras estar varios meses sin entrar en su cuenta de Instagram, se ve muy diferente cuando se pone filtros, aunque antes dependía en todo momento de ellos. "Conseguí dejar las redes con ayuda psicológica. Yo no me hubiese quitado Instagram si no me lo llega a pedir un profesional. Ahora que he vuelto a las redes a veces me pongo filtros y tengo que recordarme que esa no soy yo y que yo no necesito ningún filtro para ser más guapa", asegura.
Pueden llegar a causar dismorfia
"Esto les puede llevar a la consulta de un cirujano para intentar cambiarse o les puede llevar a la consulta de un psicólogo"
El psicólogo clínico Sergio García Soriano cuenta que con los filtros las personas pueden llegar a tener una distorsión de sí mismos que puede llegar a derivar en dismorfia (fenómeno por el cual una persona no se acepta como es y se obsesiona con su imagen distorsionada). "Esto puede terminar en la consulta de un cirujano para intentar operarse o les puede llevar a la consulta de un psicólogo cuando aceptan que hay algo que no funciona. No tiene que ver tanto con la imagen, sino con la mirada que hacen sobre su propia imagen".
Además, García Soriano explica que la falta de autoestima (en ocasiones derivada o acrecentada por las propias redes sociales) puede ser determinante en varias esferas de la vida de una persona. "Por ejemplo, a la hora de relacionarse. Hay un estándar de belleza digital y a partir de ahí compite con su propia realidad y eso puede derivar en que la persona tienda a idealizar sus relaciones (ya sean de amistad o de pareja)".
Difícil hacer una disociación
Albanta es influencer, cuenta con más de 50.000 seguidores en Instagram e intenta huir de los filtros en su día a día. "Lo que consumimos en internet parece ser la realidad y la mayoría de las veces no lo es o es solo una mínima parte de la realidad. Me da miedo que se pueda concebir como algo real un cuerpo que no lo es. Hay muchos filtros que te cambian la cara, que te cambian la estructura ósea de la cara para entrar dentro de unos cánones".
La cuestión de los filtros llega a tal nivel que hay influencers que tienen sus propios filtros de Instagram. De hecho, Albanta explica que hay empresas que ofrecen a las influencers hacerles filtros como ellas quieran.
Lo que más preocupa a la influencer es cómo puede afectar a las personas más jóvenes. "A mí no me parece mal que los filtros existan, siempre que el consumidor los consuma sabiendo que no es una realidad, que es una mentira, que es una distorsión. Observo que cada vez se entra a redes sociales a edades más tempranas y es difícil hacer esa disociación".
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