Este artículo se publicó hace 16 años.
Ivanovic y Safina insuflan aire fresco al tenis femenino
La serbia Ana Ivanovic y la rusa Dinara Safina se disputarán mañana la final de Roland Garros, tendrán la ocasión de sumar su primer título de Grand Slam y tratarán de insuflar aire fresco a un tenis femenino huérfano tras la retirada de la belga Justine Henin.
Desde que hace quince días comenzó el torneo de París el público sabía que la ganadora sería una nueva jugadora, puesto que ninguna de las que había inscrito su nombre en el palmarés figuraba entre las postulantes.
Si el nombre de Ivanovic, número dos del mundo, estaba en muchas quinielas, el de Safina, número 14, sólo figuraba en las apuestas de los kamikazes en busca de un premio gordo.
Para avanzar hasta la final, la rusa ha tenido que sobreponerse a esta condición de no favorita, algo que ha logrado a base de una obstinación desconocida en ella hasta ahora.
En el camino ha dejado a rivales inferiores, pero tocó la cima del torneo cuando hizo descarrilar a su compatriota Maria Sharapova, número uno del mundo en busca del único Grand Slam que falta en sus vitrinas.
Lo hizo a base de fe, dando la vuelta a un resultado adverso hasta el punto de que Sarapova dispuso de una bola de partido antes de derrumbarse en brazos de Safina.
Salvada su suerte, la hermana de Marat Safin afrontó el siguiente reto, su compatriota Elena Dementieva, octava favorita, contra quien, de nuevo, tuvo que levantar una bola de partido adversa antes de ganar la manga definitiva con un contundente 6-0.
"Dios ha querido que siga en este torneo", exclamó Safina ante tanta fortuna, algo que no necesitó frente a Svetlana Kuznetsova, su rival en semifinales, cuarta favorita con opciones de convertirse en número uno del mundo y que apenas le robó cinco juegos en un partido plácido.
Su presencia en la final es una sorpresa si se tiene en cuenta que Safina nunca había superado los cuartos de final de un torneo grande, pero se explica mejor si se miran sus últimos resultados.
Con los seis triunfos que suma en París lleva doce victorias consecutivas, ya que antes de viajar a Francia se adjudicó el torneo de Berlín.
Liberada de la tutela de su madre, demasiado posesiva en los años en los que fue su entrenadora, Safina ha dado un acelerón a su carrera y la final de Roland Garros puede ser el espaldarazo definitivo a una jugadora que a sus 22 años ha dejado de ser la "hermana de", pese a que nunca ha dejado de admirar a Marat.
El campeón de los Abiertos de Estados Unidos de 2000 y de Australia de 2005 no estará en las gradas de Roland Garros, pero su sombra planeará sobre un estadio donde Dinara ha llegado más lejos que él.
Enfrente tendrá a la futura número uno del mundo, un título que Ivanovic ya tiene asegurado para el próximo lunes y que quiere coronar con su primer título de Grand Slam.
La serbia afrontará su tercera final de un grande, la primera que disputa con un ránking superior al de su rival y, por tanto, como favorita.
Ivanovic está llamada a disputar a Sharapova el trono dejado vacante por Henin, para lo que necesita dorar su blasón con títulos, como el que puede lograr mañana en París.
Su ventaja moral se acrecienta por la facilidad con la que ha llegado a la final, que contrasta con las turbulencias de Safina. Mientras la rusa salvaba bolas de partido, la serbia apenas perdía 20 juegos y ningún set hasta la semifinal contra su compatriota Jalena Jankovic, la única que le puso contra las cuerdas y le superó en una manga.
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