'El deporte me ha enseñado a superarme y demostrar que también cuento para la sociedad'. Sordo de nacimiento, Javier Soto ha ganado más de 200 medallas y 70 trofeos de atletismo, pero sigue anteponiendo los valores que le ha aportado el deporte a su éxito como profesional.

Pero el corredor se hace eco de la parte negativa de su sordera al hablar de su relación con el público: 'No puedo oír los gritos de ánimo en una carrera, ni tampoco las indicaciones de mis entrenadores o árbitros. Me imagino que deben ayudar mucho, pero hay que asumir que es así'.

Cuenta por ejemplo que en una ocasión los jueces marcaron una salida falsa. Cuando se enteró, había recorrido la mitad del trayecto mientras los árbitros le perseguían. 'Consiguieron alcanzarme pero les tuve que pedir cinco minutos de descanso para poder recuperarme antes de que comenzara la prueba', recuerda.

El sentido del equilibrio es otra de las limitaciones de la sordera, es muy difícil mantenerlo para las personas sordas. Los deportistas como Javier ven como perjudica a su trabajo, nada queda al margen de su discapacidad.

Su sordera también condiciona sus entrenamientos. Tanto él como sus compañeros sordos tienen que buscar lugares alejados del tráfico, como bosques o parques, donde puedan concentrarse en la carrera sin estar pendientes en todo momento de los peligros que les rodean.

Manos que hablan

Al conversar, sus ojos, cuando leen los labios, son sus oídos. Sus manos, su boca; y con ellas pinta las palabras en el aire gracias a la lengua de signos que aprendió hace 10 años, cuando sus compañeros de selección ejercieron de maestros.

Las medallas de Soto han protagonizado los años dorados de este equipo. Antes de ganar las dos primeras en los Juegos Sordolímpicos de Copenague de 1997, España sólo había logrado dos bronces en baloncesto y ciclismo.

Gracias a él, el deporte de sordos español ha vuelto a tener protagonismo en la escena internacional, pero también ha sido un referente de entrega frente a la discapacidad.