Este artículo se publicó hace 14 años.
Jefes de ensayos clínicos suelen estar asociados a la industria
Por Megan Brooks
Los investigadoresespecializados en cáncer que más influyen en los ensayosclínicos oncológicos son también los científicos más cercanos ala industria farmacéutica y de biotecnología, según reveló unestudio.
Los autores de la investigación hallaron que esos expertos,que diseñan los ensayos clínicos, analizan o interpretan losdatos, o tienen otro papel científico clave, son cuatro vecesmás propensos a tener lazos económicos con la industria que loscientíficos con papeles no tan relevantes, como reclutarpacientes o reunir datos.
Liderar el diseño, la interpretación o la redacción delestudio otorga gran peso en los resultados o cómo se presentan,resumió en Journal of Clinical Oncology el equipo de StevenJoffe, del Instituto del Cáncer Dana-Farber, en Boston.
Esto surge de una revisión de 235 ensayos farmacológicospublicados en la revista, que es la publicación oficial de laSociedad Estadounidense de Oncología Clínica, entre enero del2006 y junio del 2007.
El 64 por ciento de los autores (1.881 de 2.927) dijo quehabía tenido por lo menos un papel clave en el estudio y 842(el 29 por ciento) informaron por lo menos una relacióneconómica.
Los autores con papeles intelectuales clave en los ensayoseran 4,3 veces más propensos que otros investigadores ainformar alguna relación económica con la industria.
La relación pudo detectarse tanto en los estudiosauspiciados por la industria como en el resto, aunquemayoritariamente en los primeros.
"El estudio demuestra que esa relación económica no estárepartida por igual entre los investigadores. En cambio, estáconcentrada en aquellos que lideran el estudio y que, por lotanto, tienen más posibilidad de influir en el diseño y losresultados del ensayo", dijo Joffe a Reuters Health.
Por lo tanto, "la posibilidad de que existan sesgos es másalta que lo pensado", agregó.
El año pasado, el Instituto de Medicina, de la AcademiaNacional de Ciencias, que asesora a las autoridadesestadounidenses, difundió un comunicado que instó a los médicosa tomar distancia de la industria mediante el rechazovoluntario de almuerzos y muestras de fármacos, y a informar larecepción de fondos para la investigación.
A pesar de eso, las sociedades económicas entre losinvestigadores importantes y la industria siguen siendocomunes: hasta el 70 por ciento de los autores de ensayosrevelan esos lazos.
Pero la obligación impuesta de revelar esos lazos no seríasuficiente, opinó el doctor Harlan Krumholz, de la YaleUniversity, en Connecticut.
"Desafortunadamente, eso no nos dice si la relación esapropiada o si influyó en las decisiones científicas parafavorecer a la industria por sobre el bien general", dijoKrumholz, que no participó el en estudio de Joffe.
"En algunos casos, serían interacciones con alta integridadentre las partes en busca de conocimiento sobre los efectos deun tratamiento en los pacientes. En otros, la interacción delmarketing con la ciencia mediante beneficios económicos y noeconómicos indebidos que ofrece la industria", añadió.
Por teléfono, el doctor Bernard Lo, director del Programade Etica Médica de la University of California en SanFrancisco, señaló que no todas las relaciones entre losinvestigadores y la industria son igualmente preocupantes.
"Un tipo de relación que está surgiendo es la participaciónen el grupo de portavoces de una empresa, que controla lo quese dice, proporciona las diapositivas y entrena al orador paratransmitir el mensaje de la empresa, por lo que no se trata deun trabajo independiente del investigador. Saberlo permitiríarevisar el estudio con más cuidado", comentó.
"Además, valdría la pena conocer cuántos dólares están enjuego. Si son 50.000 a 100.000 dólares por año, creo queseríamos más escépticos. Pero ese tipo de información no sesuele informar", amplió.
Usar la literatura científica para imponer una agenda essiempre preocupante cuando el autor está relacionadoeconómicamente con la industria, comentaron en un editorialsobre el estudio los doctores David H. Johnson y Leora Horn,del Centro del Cáncer Vanderbilt-Ingram, en Tennessee.
FUENTE: Journal of Clinical Oncology, online 11 de enerodel 2010
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