Este artículo se publicó hace 16 años.
Joan Herrera
Diputado de Iniciativa per Catalunya Verds en el Congreso
¿Qué libro recomienda?
Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez (Anagrama).
¿Cuál desaconseja en verano?
El fin de la historia, de Francis Fukuyama (Planeta).
¿Y este año qué va a leer?
Vida y destino, de Vasili Grossman (Galaxia Gutemberg).
Se le acumula el trabajo, como a mí, porque ese libro lo deberíamos haber leído ya el verano pasado, ¿verdad? Los girasoles ciegos me lo ha recomendado todo el mundo, pero a mí con los libros me pasa lo que me pasaba de joven con las chicas. Bastaba que me hablaran de lo guapa, simpática y agradable que era María Cristina para que me apeteciera más ligar con la muy poco recomendable Lola. Las chicas y los libros que me convienen no me suelen atraer. En cambio, cuando aparece una novela o una mujer que podría echar a perder mi vida, me lanzo como quien se tira a un pozo, qué le vamos a hacer.
Sí leí, hace años, el panfleto de Fukuyama, y me pareció infumable, pero me gustaría volver a leerlo ahora, con cierta perspectiva histórica. Es probable que, en vista de la paz, estabilidad y concordia que ha traído al mundo la caída del muro de Berlín, las carcajadas que provoque Fukuyama sean hoy mucho más estruendosas que en su día.
La novela de Grossman la tengo en la mesita de noche, donde pasará el verano como posavasos. Me recuerda mucho a María Cristina: es amable, educada, simpática, y seguro que nunca deja el tubo de pasta de dientes abierto. Anoche, sin embargo, me quedé leyendo a Conan Doyle, como quien se va con Lola, que es egoísta, interesada, presumida y demasiado coqueta. Ya lo sé, que no me conviene, pero somos así, ¿verdad?
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