Este artículo se publicó hace 13 años.
Jornada de reflexión y solidaridad
Partidos políticos suspendieron las actividades oficiales de campaña en solidaridad con las víctimas del seísmo de Lorca. La batalla electoral vuelve hoy con el horizonte de la manifestación de mañana contra lo
Las banderas a media asta en los ayuntamientos acompañaron el paréntesis de silencio de la campaña electoral en señal de duelo por el terremoto de Lorca. En la plaza de Sant Jaume de Barcelona, epicentro político e institucional del país, autoridades, candidatos, líderes parlamentarios y ciudadanos compartieron un minuto de silencio por las víctimas. El griterío partidista dio paso por un día en la reflexión personal.
Así suele ocurrir en estos casos. Cuando la naturaleza se manifiesta con toda su fuerza, los seres humanos recobran su condición de criaturas iguales ante el riesgo común e inexorable de la devastación y la muerte. Puede parecer tremendista e incluso extemporáneo, pero sirve de ejercicio para volver por un instante las cosas a su esencia última, desprovistas de cualquier retórica de rutina o coyuntura. Aún es reciente el impacto del desastre de Fukushima, que ha agravado los miedos colectivos de la orgullosa era tecnológica y de la sociedad de la hiperinformación.
Manuel Azaña tenía razón al afirmar que "si los españoles hablaran de lo que saben y sólo de lo que saben, se produciría un silencio que podríamos aprovechar para estudiar". Desgraciadamente, sin embargo, han de pasar otras cosas para que esto sea posible, tan alto es el grado de confrontación y encono de la vida pública de este país.
A la espera de la reanudación de la campaña, con el horizonte de la manifestación de mañana contra la política de recortes, aprovechemos pues para aprender algunas cosas. La falla sísmica de Alhama, origen del terremoto de Lorca, forma parte de lo que los expertos llaman fallas de salto de la cordillera Bética. Aunque haya que recurrir a la Wikipedia, conviene saber que esta cordillera está formada por un conjunto de sistemas montañosos que van del golfo de Cádiz a Alicante, hasta llegar a las Baleares a lo largo de más de 600 kilómetros.
Esta sucesión de relieves, bajo los cuales transcurre la línea donde de vez en cuando crujen las fuerzas tectónicas, está considerada como la más importante del territorio español.
Se extiende desde el sur del Guadalquivir y se asoma a la sierra de Tramuntana, en Mallorca. En realidad, el sistema montañoso de la Bética forma parte de una cordillera más grande que recibe el nombre de arco Bético-Rifeño, que se prolonga hacia el sur con el Rif norteafricano y hacia el este hasta las Islas. Con razón los mapas seducen tanto los espíritus dados a la meditación y la prosa.
Pero la geografía sentimental es lo que realmente importa. A pesar de la relevancia de la geología y la universalidad de los fenómenos naturales, se trata de un factor relativamente menor en la vida cotidiana de los individuos y la convivencia de los pueblos. La solidaridad exhibida ayer por todas las instituciones y fuerzas políticas no es sólo un automatismo de la agenda de tragedias, sino que obedece a un sentimiento de pertenencia y proximidad derivado de un legado común. Todos pisamos la misma tierra.
Como es bien sabido, los murcianos constituyeron en el siglo pasado el primer gran contingente de la inmigración española en Cataluña, hasta el punto que su gentilicio fue utilizado hasta bien entrados los años sesenta para designar todos los inmigrantes, andaluces en general. Se estima que en 1970 había en Cataluña más de 800.000 habitantes nacidos en Andalucía, a consecuencia del éxodo rural hacia Barcelona y otros enclaves industriales del Estado español durante la larga noche del franquismo. La vida y obra de Paco Candel, simbolizada en su libro Els altres catalans,traduce este fenómeno decisivo del siglo XX, sin el cual no se explicaría la Cataluña moderna.
Lejos de constituir en el espacio de Cataluña lo que a menudo se ha denominado la quinta provincia, las generaciones surgidas de los recién llegados entonces integran hoy la argamasa profunda de la nueva Cataluña diversa y plural. Lo mismo sucederá sin duda en un futuro con los recién llegados de ahora, con el valor añadido de la formidable variedad de hábitos y culturas incorporada al patrimonio común de la ciudadanía y el sentimiento nacional. Quizás la mejor ventaja de Cataluña en este reto es que, precisamente su propia singularidad nacional diversa, puede actuar de crisol para resolver con éxito el debate entre la fórmula del comunitarismo, propia del modelo anglosajón, o el desiderátum de la integración republicana del esquema político francés. Ambos están hoy en cuestión, pero es del todo aventurado afirmar que están muertos.
El terremoto de Lorca concita en plena campaña electoral la solidaridad de Cataluña y del conjunto de España. El hecho sirve para documentar el mapa sísmico español y reproducir las fallas que surcan el territorio físico del país. Sin afán de extremar la simbología, el episodio sirve también para evocar las otras fallas y fuerzas tectónicas del subsuelo político, emocional y sociocultural de España, un tema demasiado a menudo desplazado o pervertido por la controversia partidaria y la disputa financiera. Casi nadie hoy reflexiona y habla de la cuota inmaterial de la fractura entre las partes, como si del movimiento de las placas tectónicas sólo interesara el saldo en euros.
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