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Joseph Conrad, una luz en el "corazón de las tinieblas" 150 años después

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Al cumplirse este lunes 150 años de su nacimiento, la llama literaria de Joseph Conrad, que alumbró novelas tan famosas como "El corazón de las tinieblas" (1902), aún luce con fuerza en el Reino Unido, que no olvida a su ilustre hijo adoptivo.

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Conrad, cuyo nombre original era Józef Teodor Konrad Korzeniowski, nació el 3 de diciembre de 1857 en Berdichev, una pequeña ciudad de la antigua Polonia que ahora pertenece a Ucrania.

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Hijo de una familia aristocrática polaca, el pequeño Józef contó pronto con el estímulo intelectual de su padre, Apollo, a la sazón escritor de tragedias patrióticas y traductor de Shakespeare y Víctor Hugo, que le animó a leer en su lengua materna y en francés.

Sin embargo, Conrad quedó huérfano temprano y, siendo aún adolescente, se alistó como marinero en la Marina Mercante Francesa.

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En 1878, el joven polaco ingresó en la Marina Británica, donde subió en el escalafón, adoptó esa nacionalidad en 1886, cuando decide llamarse "Joseph Conrad", y navegó por medio mundo.

Sus viajes le brindaron aventuras que más tarde usará como materia prima en sus libros, pero su desarraigo también le abocó a la soledad: "Vivimos -dijo una vez- como soñamos: solos".

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En 1895, Conrad abandonó para siempre el mar -su "gran pasión", confesaría años después-, se instaló en Inglaterra con su esposa, Jessie, y se dedicó a escribir en inglés.

Aunque no dominó el idioma de Shakespeare hasta los 21 años, el autor, quien -dicho sea de paso- nunca perdió su marcado acento polaco, acabó convirtiéndose de manera asombrosa en uno de los mejores escritores en lengua inglesa de todos los tiempos.

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"Conrad ha tenido más influencia en la literatura del siglo XX que cualquier otro escritor", comentó a Efe Keith Carabine, presidente de la "Sociedad Joseph Conrad" del Reino Unido.

No en vano, los libros del novelista anglo-polaco, plagados de antihéroes que bucean en las profundidades del alma humana, han marcado a autores como Ernest Hemingway, Graham Green, Francis Scott Fitzgerald, Albert Camus, Virginia Woolf o Gabriel García Márquez.

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Además, Conrad se adelanta a su tiempo al abordar ciertos temas, "no porque sea un profeta -precisa Carabine-, pues odia a la gente que pontifica sobre el futuro", sino por su "poder de análisis".

El literato vaticina, por ejemplo, los crueles efectos de la colonización blanca en "El corazón de las tinieblas", acaso su libro más influyente, que incluye también el famoso grito "¡El horror! ¡El horror!", proferido por el perverso Kurtz en el Congo belga.

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De igual manera, el ex marinero predice la futura y salvaje expansión del capitalismo estadounidense en "Nostromo" (1904), así como el terrorismo internacional en "El agente secreto" (1907).

Esas cuestiones, por cierto, serán objeto de debate el próximo día 6 en la National Portrait Gallery de Londres, que albergará una mesa redonda con reputados escritores como Colm Toibin o Iain Sinclair para recordar el siglo y medio del nacimiento de Conrad.

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Asimismo, esa galería londinense celebrará la efemérides con una exposición de retratos de Joseph Conrad, hechos por el conocido fotógrafo escocés James Craig Annan entre 1904 y 1923.

El novelista también inspiró a "grandes cineastas contemporáneos, como (Alfred) Hitchcock o (Francis Ford) Coppola", afirmó el director del Instituto Cultural Polaco en Londres, Pawel Potoroczyn.

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Coppola, por citar a un director, hizo una versión muy libre de "El corazón de las tinieblas" en su aclamada película "Apocalypse Now" (1979), donde traslada a la guerra del Vietnam (1959-1975) ese horror cobijado en la conciencia humana que aborda la novela.

De hecho, la Filmoteca Británica (British Film Institute, BFI) ha festejado durante todo noviembre el nacimiento de Conrad con un ciclo de más de veinte películas inspiradas en sus obras.

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Joseph Conrad murió el 3 de agosto de 1924 de un ataque al corazón y fue enterrado en el cementerio de Canterbury (sur de Inglaterra).

En la lápida, esculpido a golpe de cincel, figura con tres errores ortográficos su nombre original, Józef Teodor Konrad Korzeniowski, y unos versos de Edmund Spenser a modo de epitafio que rezan:

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