Este artículo se publicó hace 16 años.
Un joven que sólo se comunica con la pelota en los pies
Todo el desparpajo que tiene sobre el campo se esfuma fuera de él.
No hay mejor forma de expresión para Jesús Navas que con una pelota en los pies. Su mejor momento de la semana da comienzo cuando el árbitro mira a un portero y a otro para dar comienzo el partido. En ese instante, no hay preguntas, ni micrófonos, ni cámaras de fotos. Es una batalla en silencio contra el defensa del equipo contrario. En esa atmósfera, Navas se siente el hombre más poderoso de la Tierra. La fragilidad que transmite vestido de paisano se transforma cuando pisa la hierba. Se convierte en un futbolista poderoso y casi inabordable con el balón controlado. Regatea, mete la pierna, se encara con defensas rivales, aunque le saquen dos cuerpos. Luego, en la sala de prensa, no se atreve a mirar al periodista a la cara en el momento de responder a una pregunta. No le salen las palabras, todo lo que tenía decir ya lo dijo en el estadio.
No le asustan las finales, los partidos comprometidos, los estadios más calientes. Le teme mucho más a una grabadora. Justo cuando el debate mediático sobre Diego Capel estaba más encendido, Navas ha gritado a su manera, vestido de futbolista, para reivindicar su papel protagonista en este Sevilla de Jiménez.
"Es desequilibrante, es mejor que Robinho, pero él es de Los Palacios", dijo de él en una ocasión Joaquín Caparrós.
El fichaje de Dani Alves por el Barcelona ha dejado un montón de millones en la cuenta del Sevilla y, de paso, un relanzamiento de la carrera de Jesús Navas. La dirección deportiva es consciente de lo que esconde su número 7 y pone las empalizadas que haga falta para aislarle de la marea mediática.
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