Este artículo se publicó hace 16 años.
Juan Ramón Jiménez obtuvo el Nobel como "el llanero solitario"
La obtención del Nobel para Juan Ramón Jiménez, en 1956, tuvo un camino duro y amargo, no contó con ningún tipo de ayuda oficial de España, ni siquiera la de los intelectuales de este país. Lo consiguió como "el llanero solitario", explicó hoy su heredera Carmen Hernández Pinzón.
Así también se desprende del libro "Juan Ramón Jiménez, 1956, crónica de un premio Nobel", del experto juanramoniano Alfonso Alegre Heitzmann, editado por la Residencia de Estudiantes, y que recoge la investigación exhaustiva que ha realizado el autor con los documentos desclasificados de los Archivos de la Academia Sueca.
Estos documentos que guardan todos los secretos que rodean la concesión de los premios, solo se revelan 50 años después de la concesión del galardón. Una circunstancia que ha aprovechado ahora Alegre para otear en estos archivos.
La presentación hoy del libro en la Residencia de Estudiantes, lugar que está indisolublemente unido al poeta, y en este mes, que se cumple el 50 aniversario de la muerte de Juan Ramón (28 de mayo de 1958), estuvo cargado de simbolismo ya que, además del autor y de Carmen Hernández Pinzón, estuvo también presente Francisco Brines, superviviente de la generación de los 50.
Brines quiso recordar cómo vivió él mismo la concesión del premio al poeta.
"Yo tenía unos 21 años -explicó- y era un juanramoniano confeso. Tuve una alegría adolescente porque Juan Ramón era uno de los pocos poetas que escribía desde la adolescencia, cuando ya no lo era, y eso es lo más difícil para un poeta, escribir de esa forma tan limpia y transparente desde la madurez", precisó.
"Y por otro lado, sentí que la literatura se equilibraba respecto a los dos anteriores premios: Echegaray y Benavente", recordó el poeta valenciano.
Brines también señaló otro de los aspectos que aborda el libro, al que calificó de "un thriller apasionante de leer", y es la amargura y el dolor que sentía Juan Ramón cuando le concedieron el premio, que coincidió con la enfermedad y muerte de Zenobia Camprubí (tres días después de recibir el galardón), su mujer y la gran valedora de este galardón, "por el que luchó con todas sus fuerzas, tras 40 años de exilio".
El libro se divide en tres partes, la primera dedicada a la crónica y memoria de la obtención del premio. La segunda reúne las 200 misivas de autores y amigos, entre cartas y telegramas recibidos tras el Nobel, como Borges, Ezra Pound, Lezama Lima, Alberti, la familia García Lorca, Ortega o Ayala, entre otros muchos.
Y un tercer apartado incluye los documentos de la Academia en los que se cuenta cómo y por qué le concedieron el Nobel, y que revelan que el autor de "La soledad sonora" fue propuesto para el premio ya desde 1952, teniendo como principal valedor al catedrático de Oxford C.M. Bowra. Y desde esa fecha competió ya con Menéndez Pidal, a quien le apoyaba la Real Academia de la Lengua (RAE).
Alfonso Alegre recuerda que Juan Ramón Jiménez nunca contó con el apoyo de la RAE, una circunstancia que extrañaba mucho a la Academia Sueca, quien ya en ese año hizo un informe valorando la calidad del poeta.
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