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Julio César evita el ridículo de Mourinho

El campeón mereció la victoria en Milán y el Arsenal viajará a Roma con un gol de ventaja

L. J MOÑINO / AGENCIAS

Un Inter empequeñecido por la propuesta directa de Mourinho pudo salir goleado en San Siro. En su casa, delante de 80.000 espectadores entregados a Julio César. Que el portero brasileño fuera el mejor jugador del Inter habla de lo que fue su equipo. Un tostón al que no le interesa la pelota para nada. Es un objeto extraño, al que sólo reconoce como instrumento necesario para jugar. Y lo hace apresurado y por arriba. Mourinho se ha agarrado al faro de Ibrahimovic. Hasta el sueco quiere llegar de la manera más rápida posible. Si no la caza y la baja, la peina para Adriano, o toca pelear la segunda jugada; el maná de estos modernistas de la pizarra. Con esas trazas tan simples campa el Inter a sus anchas por los rigores del calcio. Vive de la pegada de los arriba y le sobra. No hay plan Mourinho como lo había en el Chelsea. Al menos, allí jugaba a avasallar desde la velocidad y la potencia física. Aquí especula y le interesa muy poco ser el dominador.

Al otro lado el Manchester ejerció de campeón. Intimidó al Inter y le pudo golear. Ferguson le dio un baño a Mourinho de honradez y de ambición. Tomó el entrenador escocés una decisión que en los códigos que maneja su colega portugués debe ser una blasfemia. Ferguson alineó a Giggs como mediapunta armador. A sus 35 años, el galés ya no es ese extremo que terminaba los partidos con las botas llenas de cal y unas cuantas vergüenzas futbolísticas desparramadas por el césped. Pero entiende el juego muy bien, aunque sea despojado de la anarquía de los extremos regateadores. Jugó sencillo. A un toque o cambiando el juego. Como ya no tiene esa velocidad letal, acorta los caminos hacia el gol con la rapidez de pensamiento.

El que sí vive en la raya es Cristiano Ronaldo, que tuvo en vilo a Santón cada vez que arrancaba. Con el extremo portugués empezó el recital de Julio César. Le sacó un cabezazo a bocajarro. Fue una de esas paradas que ponen a prueba los reflejos y la firmeza del antebrazo. Luego, le respondió con otra estirada en un saque de falta. La intervención de la noche se la hizo a Giggs. Mano a mano con el galés, le aguantó y luego le cerró su palo. Le forzó al error, a estrellar el balón contra sus piernas. Julio César evitó el sonrojo de Mourinho, más italiano que los italianos. Y sigue tan macarrónico cuando quiere intimidar a los árbitros.

En el otro duelo ítalo-inglés se impuso el Arsenal al Roma. Y también hubo un equipo que quiso jugar y otro que sólo pensó en cómo no encajar goles. El Arsenal, con su sempiterna etiqueta de equipo blando, viajará a Roma con un gol de ventaja y las dudas competitivas de siempre. Es capaz de hacer un siete a cualquiera como cualquiera puede pasarle por encima. Van Persie, de penalti, logró el único tanto del partido. El holandés, reconvertido a delantero centro, fue el jugador más dañino para el equipo de Spalletti, que aceptó la derrota por la mínima como buena.

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