Este artículo se publicó hace 17 años.
Kaká prosigue la tradición brasileña del Balón de Oro
A la espera de que se oficialice el nombre del ganador del Balón de Oro de 2007, todas las apuestas tienen un mismo nombre, el jugador del Milan Kaká, que proseguirá la tradición brasileña de un premio que se ha abonado a los cariocas.
Su condición de máximo goleador de la Liga de Campeones con diez tantos, lo que contribuyó a la victoria milanista, convierten al jugador en el principal favorito por delante del argentino del Barcelona Lionel Messi, al portugués del Manchester United Cristiano Rolando y al marfileño del Chelsea Didier Drogba.
El brasileño del Real Madrid Robinho y su compañero de equipo el holandés Ruud van Nistelrooy, los italianos Andrea Pirlo y Francesco Totti y el sueco Zlatan Ibrahimovic completarán la lista de diez mejores clasificados, según adelantó la revista "France Football", organizadora del premio.
Pero se espera que Kaká se haga con el trofeo con holgura, con una gran diferencia de premios recolectados a partir de 58 periodistas de todo el mundo, un jurado ampliado a países no europeos, una de las principales novedades con respecto a ediciones anteriores.
A sus 25 años, Ricardo Izecson Dos Santos Leite se convertirá en el quinto Balón de Oro brasileño desde que hace diez años Ronaldo inaugurara una serie que ya entonces se prometía larga.
El "fenómeno" ganó el prestigioso premio en 1997, el tercer año que el Balón de Oro se había abierto a los futbolistas de todas las nacionalidades que jugaran en Europa.
Dos años más tarde fue Rivaldo quien prosiguió la tradición, retomada en 2002 por un renacido Ronaldo y en 2005 por un ascendente Ronaldinho.
Kaká lo ganará en una edición en la que el Balón de Oro quiso ser mundial, abrirse a los futbolistas de todos los continentes y no sólo a los que jugaran en Europa.
La elegancia del jugador, su humildad dentro y fuera del campo, su solvencia goleadora han pesado en los periodistas que son sus votos determinan al ganador.
Definido por el dueño del Milan, Silvio Berlusconi, como "el yerno ideal", este religioso convencido miembro en una familia acomodada de Brasil responde a la perfección al perfil de un Balón de Oro que parece acomodarse bien a los cariocas.
Kaká no es el brasileño habitual, no aprendió a jugar en las favelas, ni fue un niño prodigio del balón, ni se caracteriza por sus cambios de humor o sus excesos festivos.
No encarna la samba pero ha sabido hacerse un hueco en el "jogo bonito" interpretado a su manera.
Criado futbolísticamente en el Sao Paulo, a Kaká le costó convencer a sus jugadores de su valía, desposeído del físico típico del país y de su concepción del juego.
A base de esfuerzo y fe logró imponerse en el conjunto paulista y en 2003 el todopoderoso Milan llamó a su puerta para convertirle en una estrella.
Kaká no desaprovechó la oportunidad para convertirse en una pieza imprescindible de un equipo que siempre está obligado a ganar y donde ha cobrado una estatura de "crack" que le han convertido en objeto de deseo de las principales entidades europeas.
Una liga italiana, dos finales de la Liga de Campeones, la de este año victoriosa, el Mundial de 2002 con Brasil y la Copa de Confederaciones de 2005 adornan un palmarés destinado a enriquecerse.
Por el momento, tendrá que hacer hueco al Balón de Oro, un trofeo que parece hecho a la medida del jugador, bueno, guapo y carismático, cuya foto con el premio dará la vuelta al mundo a partir de mañana.
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