Este artículo se publicó hace 15 años.
Konstantino, un mimo griego que quiere recorrer el mundo como el titán Atlas
Konstantino es un griego de 53 años que desde hace cuatro recorre España como mimo y que quiere viajar por todo el mundo como si fuese el titán Atlas que soporta el firmamento y la Tierra sobre sus hombros.
Atlas carga con ese peso como castigo por ser uno de los titanes que en la antigüedad provocó la guerra contra los dioses, mientras que Konstantinos pone cada día sobre sus hombros casi ocho kilos de peso porque no encontró otros trabajos con los que mantenerse, según dijo a Efe.
Este ciudadano cretense se inició como mimo en Barcelona, ciudad en la que recaló en busca del trabajo que no tenía en su país, en el que se había dedicado a varios oficios relacionados con la construcción y a la pesca.
En Barcelona tampoco tuvo suerte, pues como no tenía dinero dormía en la calle y no podía acreditar una residencia fija para que le dieran trabajo, según relató.
Un día vio en un escaparate una estatua de Atlas y decidió hacerse mimo y recorrer mundo con la Tierra sobre sus hombros, y desde entonces ha viajado por casi toda la Península, excepto Andalucía.
Durante el pasado año estuvo por Brasil, y ahora quiere viajar a China y Japón, pero deberá esperar, pues ha perdido el pasaporte y hasta que no reciba el nuevo no podrá seguir su camino.
Konstantinos quiere conocer culturas, viajar, y ser mimo le permite hacerlo con libertad, aunque no gane mucho dinero.
Este griego que quisiera ser como el personaje de Zorba, cree que seguirá como mimo durante dos o tres años para después buscar una Ítaca en cualquier lugar del mundo.
Quiere encontrar la Ítaca en recuerdo de Ulises, el protagonista de La Odisea de Homero.
De momento seguirá en Santa Cruz Tenerife, donde cada día dedica una hora a preparase para ofrecer su trabajo a los ciudadanos que transitan por la céntrica calle del Castillo.
Konstantinos pasa cada día más de siete horas como mimo con un peso de entre siete y ocho kilos sobre la espalda, y, según cuenta, ciudadanos de muchos países le han dicho durante estos cuatro últimos años que debe viajar a sus ciudades.
Con la llegada de la noche y el cierre de los establecimientos comerciales disminuye la afluencia de público y Konstantinos se dirige hacia una pensión cercana a la calle Castillo para descansar hasta el día siguiente.
En broma y en serio, Konstantinos se despide diciendo que aunque toca varios instrumentos musicales no sabía que era artista, pero que ha encontrado su camino como estatua.
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