Este artículo se publicó hace 16 años.
El Lebrijano imprime un secreto y exquisito quejío a su homenaje a "Gabo"
Palos flamencos "por derecho" para las novelas de "Gabo". Eso es lo último de Juan Peña "El Lebrijano", un exquisito disco cantado con un secreto quejío con el que ha querido devolverle a García Márquez su "piropazo" de que cuando él canta el agua se moja y parece que al de "Macondo" le ha gustado, y mucho.
La velada hondura que se aprecia en los temas, adaptados por el abogado y poeta onubense Casto Márquez Ronchel, nace de algo que a él le tenía "asustado perdido": creía que se moría y que ese sería el último de los 35 discos que grabaría en sus 67 años de vida, ha desvelado en una entrevista concedida a Efe un día antes de presentar oficialmente en Madrid el resultado.
Tenía una úlcera en el colón y eso le provocaba la anemia que sufría desde hace dos años pero como "nadie daba con ello" se barruntaba "lo peor". De la verdad no supo nada hasta que un día, hace poco menos de un mes, le dio un ataque de apendicitis que ha sido el que al final le ha salvado la vida.
"Me estaba muriendo a chorros. Me operaron y gracias a eso el cirujano Domingo Jiménez -especialista en restañar las cornadas que da el toro- vio lo que tenía. Me dijo que de lo mío se salva uno de un millón" cuenta ahora, "delgaíto", elegante, ligeramente bronceado y con sus raros ojos azules de pupilas desiguales prestos tanto a la risa como al llanto.
"Parece que ya voy mejorcito, pero la verdad es cuando terminé de grabar la voz quería que apareciera en la carátula una línea escrita por mí diciendo que era lo último que hacía pero mi sobrino David -Dorantes, coproductor del trabajo- rompió el papel", recuerda mientras le invade una mansa congoja porque, simplifica, "este ha sido el trabajo más fuerte" que ha hecho en su vida.
Tan mal ha estado que aún no ha tenido ni tiempo de escuchar "a fondo" el disco. Sí admite que cuando lo hizo por primera vez sollozó como un niño, sobre todo con "El rastro de tu sangre en la nieve", en el que una recién casada, la esposa de Billy Sánchez de Ávila, se va desangrando en su viaje de novios sin que él se de cuenta.
"Yo era Billy. Eso iba por mi. Las letras del Gabo tienen mandanga", afirma, ahora entre risas, el cantaor, orgulloso de ser el primer flamenco que se atreve a traducir prosa a lo "jondo", "sin mijita alguna de rima".
La chispa de este disco nació en Sevilla, una tarde de hace 14 años en la que llovía. Estaba en una "reunión" en la casa de Lola, hermana de Felipe González, con García Márquez entre los invitados. Juan Peña cantó una soleá al colombiano y éste le agradeció el "estremecimiento" de placer "poniéndole" en un papel la frase que da título al disco.
"¿Que si a él le ha gustado?. El siempre ha dicho 'que Juanito haga lo que quiera' porque me tiene mucho cariño y se que las letras le han parecido muy bien porque me lo ha dicho Carmen Balcells", la agente de "Gabo".
Tanto debe ser el "querer" que García Márquez, al que conoce desde 1986, le ha cedido con "inusual" generosidad en el mundo de la propiedad intelectual el 50% de los derechos.
El Lebrijano dejó en manos de Casto Márquez todo lo referido a los textos, y él cuadró, sin dudar ni un solo momento, las palabras con los palos flamencos."Yo no se si esto mío es una gracia. Lo que sé es que los textos me dicen 'yo quiero esto' y eso le doy", asegura humilde.
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