Este artículo se publicó hace 15 años.
Un libro indaga en la huella y mitos de soldados españoles en Dinamarca en 1808
Dos siglos después de su paso por Dinamarca un libro indaga en la huella dejada por 15.000 soldados españoles que llegaron a ese país con las tropas de Napoléon y que ha alimentado mitos que aún perduran en el imaginario colectivo.
"Da spaniolerne kom" (Cuando llegaron los españoles) culmina una investigación iniciada en 2004 por historiadores daneses y españoles que ha resultado en una exposición y en un libro que ofrece una nueva mirada sobre un encuentro que duró apenas seis meses.
Al mando del marqués de La Romana la División del Norte llegó en marzo de 1808 a Dinamarca para unirse a franceses y belgas y apoyar un ataque a Suecia, aliada de Inglaterra, que acababa de bombardear Copenhague.
Pero lo impidieron la debilidad danesa y la huida de los soldados españoles, que volvieron a su país con ayuda británica al saber de la revuelta contra José Bonaparte.
Para la Dinamarca oficial fueron unos traidores; no para los habitantes de donde estuvieron acantonados, fascinados por el contacto con gentes de idioma, físico y costumbres tan alejados.
Cartas, diarios y libros hallados en archivos daneses y españoles muestran que les enseñaron a aliñar la ensalada, cocinar con aceite y liar cigarrillos; los sorprendieron con ropa inadecuada para el frío, la siesta y su amor por la guitarra y la fiesta.
"Los españoles no llegaron a Copenhague, cuyos habitantes tenían contacto con el exterior. Estuvieron en pueblos donde la gente ni viajaba, ni conocía a extranjeros. Muchos experimentaron una cultura distinta y extraña", explica a EFE Henning Petersen, impulsor del proyecto y coordinador del libro.
Pese al poco tiempo que estuvieron, las dificultas idiomáticas y la sangría que supuso mantenerlos, su facilidad para adaptarse, su actitud pacífica y su cariño hacia los niños jugaron a su favor.
Fueron un "espejo" a otro mundo posible, originaron una construcción romantizada de personajes idealistas y sentimentales, a la que también contribuyeron figuras literarias de la época como Steen Steensen Blicher y el célebre Hans Christian Andersen, dice.
Ahí encajan los innumerables romances entre soldados y danesas, que darían pie a que los ojos oscuros y el temperamento fuerte de cualquier niño se atribuyeran sin más a un antepasado español.
En la frontera entre realidad y fábula se encuentra también la historia de la hija de un panadero de la época, desconsolada tras la marcha de las tropas: cómo iba a entender a su hijo, fruto de la relación con un soldado, si ella no sabía hablar español.
Y entre los que con orgullo reivindican descender de uno de esos soldados está Uffe Ellemann-Jensen, ex ministro de Exteriores (1982-1993) y ex presidente del Partido Liberal Europeo (1995-2000).
La huella española está presente en el danés: se sigue usando el vocablo "spaniol", si bien otros como "muchachos" o "adio" han desaparecido; igual que "carajos", para referirse a esos soldados que a menudo pronunciaban esa palabra de significado desconocido.
Los anecdotarios, recopilados décadas después, hablan de "emoción", "lágrimas y abrazos" y ciudades "vacías y muertas" por la marcha de los soldados, que correspondieron al afecto regalando a sus anfitriones crucifijos, instrumentos o sillas de montar.
Muchos de ellos, como el anillo hecho de la crin de un caballo que un soldado regaló a su novia, han ido pasando de generación en generación y ahora forman parte de colecciones de museos.
Aunque el grueso de las tropas volvió a España y se unió a la lucha por la independencia, tres regimientos, con un total de unos 5.000 soldados, no pudieron escapar: fueron detenidos y enviados a Francia, y de ahí a luchar a Polonia, Italia y Rusia.
Cerca de la mitad logró desertar, como el capitán Antonio Aldao, convertido en espía del zar; otros murieron de frío.
Y hubo quien se quedó en Dinamarca, por voluntad propia o por las circunstancias, como el soldado Isidoro Panduro, hospitalizado por una rotura en una pierna mientras la tropa huía a España, y que echó raíces: entre sus descendientes están el escritor Leif Panduro y los creadores de una popular cadena de tiendas que lleva su apellido.
Dos siglos después, lo que ha quedado es una "imagen simpática" de los españoles, fruto de una historia "genuinamente popular", afirma Petersen, algo que no ha ocurrido en otros casos.
"Uno se pregunta por qué no hay nadie que descienda de franceses o de belgas, que también formaban parte de la tropa. Nunca llamaron la atención del pueblo danés de la misma manera, ni estaban hechos del material que crea los mitos", resume el escritor Ib Michael.
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