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Liniers se disfraza de conejo para recorrer el mundo en su nuevo cómic

EFE

El dibujante argentino Ricardo Siri, más conocido por su seudónimo, Liniers, recorre el mundo desde Berlín hasta la Antártida en un cuaderno llamado "Conejo de viaje", con el que recoge sus experiencias por todo el globo.

En su obra Liniers se dibuja con unas enormes orejas de conejo a modo de disfraz, sobre las que bromea diciendo que "uno se permite más libertades en las fiestas de disfraces que en las normales".

Liniers (Buenos Aires, 1973) está considerado como uno de los mejores exponentes del nuevo humor gráfico argentino gracias a su obra "Macanudo" y a las tiras cómicas que ha publicado en La Nación, El País y El Periódico.

En esta ocasión, sin embargo, busca más la complicidad con el lector a través de un estilo cargado de tierna inocencia, que el chascarrillo habitual que suele ir ligado a sus viñetas.

"Cuando empecé a dibujar estos viajes me puse dos condiciones para que no se volviera tedioso y me los terminara arruinando: no es necesario escribir bien y no es necesario dibujar bien", ha matizado Liniers en una entrevista con Efe.

Los cuadernos de los que se valió para "Conejo de viaje" (Reservoir Books) empezaron a tomar forma en una invitación a Berlín que se hizo a varios artistas argentinos. "Primero anotaba pequeñas tonterías y boceteaba algunas vistas, pero con el transcurrir de los días me fui entusiasmando", ha declarado el dibujante.

Allí surgió también la idea de pintarse a sí mismo como un conejo. "A los artistas que habían invitado nos pedían una pequeña obra que incluyera nuestras sensaciones con respecto a esta ciudad. A mí me tocó primero y, como no tenía muchas, me dibujé como un conejo para hacerlo más simpático."

Ya sea por el estilo directo e ingenuamente infantil, por el buen gusto y la sencillez a la hora de contar sus historias, o por las dos orejas blancas con las que visita todos los paisajes, lo cierto es que "Conejo de viaje" se revela como una obra simpática, cercana y fácil de disfrutar.

Sorprende por no conceder ni una sola página a sensaciones tan humanas como el enfado, la angustia o la tristeza, aunque todas las historias que recopila sean autobiográficas. Liniers rehuye otras pretensiones y se justifica afirmando que "los momentos tristes son más íntimos y me costaría más mostrarlos".

Ricardo Siri viaja -en la realidad y en el cómic- por Córdoba, Berlín, Lima, Canadá, Trelew, Portugal, Barcelona y Rosario hasta llegar a la Antártida, el lugar del que guarda mejor recuerdo. "Fue como ir a la Luna, pero con pingüinos", dice, a la vez que confiesa "morirse de ganas por ir a África y Asia". Quizá de allí venga la inspiración para sus próximos proyectos.

Los dibujantes Craig Thompson y Nicolas de Crécy ya han demostrado que el cómic, por su combinación de texto e imagen, puede ser un gran continuador de la tradición del escritor viajero con la que Stevenson, Chatwin o Andersen alcanzaron la gloria.

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