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Luz sobre la maleta de Centelles

Aparece una publicación con las imágenes inéditas que el fotógrafo hizo en el campo de concentración de Bram en 1939 y guardó casi 40 años. La familia conserva los 4.000 negativos en una caja fuerte

PEIO H. RIAÑO

Durante la Guerra Civil era el gran Centelles, el último fotoperiodista en abandonar la ciudad de Barcelona horas antes de la toma de la ciudad bombardeada por el ejército rebelde. En cuestión de horas el reportero desaparece en el exilio, comido por los piojos, la sarna, el hambre y el miedo. El nuevo Centelles llegaba al campo de concentración de Bram, en Francia, el primero de marzo de 1939, pronto, por la mañana. Una cárcel humanitaria. Había cruzado la frontera por Portbou, cargado con una maleta, una manta y la cartera con sus máquinas fotográficas. Sus amigos, los Pujol, llevaban lo que él llamaba 'mi archivo Leica'. Comían pan y leche de bote.

Antes de llegar a Bram, habían pasado varias semanas en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, pura arena de playa. 'Mi padre dormía abrazado a la maleta. Tenía miedo a que se la robasen por la noche. Pero también temía que quien le viera pensara que allí había un tesoro', cuenta Sergi Centelles, a quien está dedicado el diario que fue publicado hace unos meses por la editorial Península.

En esa maleta, una de las leyendas más importantes de la historia de la fotografía y parte de la memoria de la Guerra Civil española, estaban escondidos entre la ropa los negativos que daban testimonio a la contienda. Agustí Centelles (Valencia, 1909-Barcelona, 1985) huía con todo ese material fotográfico para evitar las represalias contra su mujer y su hijo Sergi, recién nacido, a los que dejaba en Barcelona. Pero la maleta creció.

El mito encerrado en esa valija ha empezado a desmenuzarse ahora, más de 60 años después de que fuese cerrada y guardada en la casa donde vivió de alquiler Centelles en Carcasona, nada más salir de Bram. 'El abuelo murió pronto, su hijo se hizo cargo de la maleta, que le dijo al nieto que guardase la maleta con cuidado, porque algún día volvería a por ella su dueño', cuenta Sergi Centelles.

Regresaría a por ella un señor que no conocían ni el hijo ni el nieto de quien había dado la palabra al fotógrafo de velar por todo su archivo. 'Sólo sabían de mi padre que les enviaba turrón todas las Navidades', recuerda. 'Mi padre era una buena persona y caía bien a todo el mundo. Tuvo muchos amigos', añade.

Las nuevas noticias que llegan de este prodigio de memoria hecha foto hablan con detalle de las casi 500 fotografías, que el fotoperiodista hizo durante su estancia en el campo de concentración de Bram. Hasta el momento sólo habían aparecido algunas fotos para acompañar exposiciones que hablaban del Centelles de la Guerra Civil.

La maleta del fotógrafo (publicado también por Península) enseña por primera vez la práctica totalidad de aquellas fotos, 'la mayoría inéditas', explica Teresa Ferré, que lleva once años investigando la figura del fotógrafo catalán y que no descubrió ese trabajo hasta 2002. Ese trabajo, en el que aparece retratada la vida de los refugiados, había pasado desapercibido debido a la fuerza de las fotografías que Centelles tomó en Barcelona, el 19 de julio de 1936: los soldados republicanos disparando, parapetados tras un caballo caído en la batalla.

'Él hizo todo tipo de fotografías mientras estaba allí dentro: junto a las más documentales, retrató por encargo a quien quería mandar fotos a sus familiares y también a su grupo de amigos', a Teresa Ferré le asombra la fuerza de voluntad de Centelles.

Él estaba deprimido, desconsolado y desesperanzado, como dijo en sus diarios, escritos en dos pequeñas libretas de colegio, con letra bien prieta. 'Sarna y piojos. Las autoridades francesas no han tomado ningún tipo de medida para combatirlos. Todo el mundo se rasca. Estos animalitos se reproducen con rapidez. ¡Cuánta miseria!', relató.

Y en otro momento: 'Los refugiados somos una atracción. Hacen pagar seis francos para visitarnos (sin comentarios). Esta tarde he recordado mis días de reportero gráfico'. Escribe atrapado por la melancolía y la esperanza de salir de allí cuanto antes. De hecho, después de todas sus investigaciones a Ferré le queda una pregunta por resolver: '¿Por qué no van a buscarle después de haberle comunicado que iban a por él? Ya lo tenía todo preparado y le dieron plantón. Me gustaría encontrar el comunicado que explicase el porqué'.

En aquel campo de concentración, con 10 sectores de 20 barracas cada uno, 17.000 personas vigiladas por guardas a caballo y cercados por alambradas de 2,5 metros de altura, del que las autoridades francesas tan orgullosos se sentían, el prestigio del trabajo de Centelles no podía conseguir nada, si nada hacía porsobrevivir.

Rozaba la depresión. Estaba cansado de todo. Así que decidió montar a los pocos meses un pequeño estudio de revelado dentro de su barracón, en el que trabajar por encargo para presos y gendarmes.

La maleta empezaba a hincharse. Documentaba la tragedia desde dentro, revelaba su propio trabajo en el momento y guardaba el material. 'Hago fotos de reportaje del campo para adjuntar a este diario', escribió. Aunque como bien se ha podido ver, al publicar los diarios por un lado y las fotografías por otro no se ha respetado este deseo. Quizás las ventas sean mayores.

'Como fuente para el estudio de la entrada de los españoles en campos de refugiados y salida de ellos, los documentos de Centelles son únicos', reconoce el historiador Francisco Espinosa. Advierte que reúne tres cualidades únicas: haberlo escrito, haberlo fotografiado y haberlo padecido. El legado del fotógrafo es uno de los documentos 'más precisos y exactos que hay', apunta el también historiador Julián Casanova.

Gracias a sus fotografías y a su relato, conocemos Bram, 'que se parece a una prisión urgente, para dar cabida a los españoles que huyen de las represalias', cuenta Casanova. En ese sentido, el investigador apuesta por la fotografía como una fuente que está por encima en muchas ocasiones de las fuentes escritas. 'La fotografía es la imagen fidedigna de la realidad'. Para Espinosa, 'la fotografía cada vez es más importante en nuestro trabajo, porque las palabras no llegan donde llegan las fotografías'.

Sin embargo, si esas imágenes han llegado hasta nuestros días ha sido una cuestión a veces de carambola, a veces de magia. Por ejemplo, Centelles consigue salir inesperadamente del campo de concentración porque el ayudante de un fotógrafo de Carcasona es alistado para luchar en la Segunda Guerra Mundial. El dueño del laboratorio llega al campo preguntando si había entre los presos algún fotógrafo que pudiera emplear en su local. Allí estaba Agustín.

'De lejos me han dicho un ¡Adiós muchacho! que me ha puesto un nudo en la garganta. En el barracón me he despedido de todo el mundo', apuntó en su diario.

A Teresa Ferré también le parece increíble que un elemento tan delicado, como unos negativos de 35 mm revelados en las peores condiciones imaginadas, se haya conservado perfectamente.

Sergi Centelles explica que la familia tiene guardados los 4.000 negativos en una caja fuerte: 'Un sitio que no es ni muy caluroso ni muy frío'. No están al recaudo de ninguna institución que cuide de ellos. 'Tenemos una oferta para archivarlo, pero todavía no nos hemos decidido. Hasta hace un año nadie se había puesto en contacto con nosotros para interesarse por todo este material y yo creo que es un documento histórico importante', explica el hijo del fotógrafo desde su casa en Barcelona.

Cuando regresa a España en 1944, tras haber montado un laboratorio clandestino para la Resistencia francesa, se olvida de todo. Atrás queda su trabajo como fotoperiodista. Las autoridades franquistas lo han inhabilitado y empieza su carrera como fotógrafo industrial y publicitario. A ello se dedicará hasta su jubilación.

'No nos hablaba de nada que tuviese que ver con su etapa en el campo de concentración. Quiso defender a su familia de todo aquel horror', recuerda su hijo.

Antes había vuelto, en los 60, para comprobar que la maleta seguía en su sitio. 'Guardó los negativos en unas latas y claveteó la maleta', dice Sergi. A los pocos meses de morir Franco viajó a Carcasona y recuperó definitivamente los negativos y los diarios.

'En Bram tuvo la dignidad consigo mismo y el compromiso con lo político', explica Miquel Berga, profesor de Humanidades de la Pompeu i Fabra y comisario de la exposición que el próximo 9 de junio dedica a Agustí Centelles uno de los grandes centros mundiales de la fotografía, el Jeu de Paume (Francia). Este fotógrafo es la prueba de que finalmente, 'el testimonio que pervive es el de las víctimas'.

 

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