Este artículo se publicó hace 16 años.
Mas llama a la reacción ante la desazón catalana
El líder nacionalista denuncia que la relación Catalunya-España es "más mala que nunca"
Artur Mas pusó un cierre preciso. Clausuró el congreso de CDC sin desentonar con el aire que lo presidió. No transmitió por completo la buscada ilusión, pero se empleó a fondo con un inflamado tono patriótico.
Todo para buscar una "reacción" de país, liderada por CDC, ante el desánimo que detecta en la sociedad catalana. Un sentimiento (José Montilla prefiere llamarle "desafección") que para los nacionalistas anida en la incapacidad del Govern de ilusionar a una Catalunya que Mas quiere orgullosa porque "tener menos Estado no equivale a tener menos nación".
El reelegido secretario general busco este domingo la fibra nacional de CDC apelando una y otra vez a levantar un país "querido por los de dentro y respetado por los de fuera" frente a una "triple amenaza" en el bienestar, la situación económica y la identidad. La Catalunya a la que se ha perdido el respeto que cosechó es una de las imágenes más evocadas por los nacionalistas en sus críticas a la izquierda que, en coalición, gobierna desde 2003. Mas avisó que la reacción y el respeto sólo llegarán desde el catalanismo que CDC quiere liderar con la Casa Grande. No desde el "españolismo" del PSC ni la división entre izquierda y derecha que es sólo "una excusa" (en este caso de ERC) para seguir en el poder.
El líder nacionalista recordó que si algún sentido tenía este Govern era endulzar la relación entre Catalunya y España. A Pujol, recordó, le afearon su incapacidad para la pedagogía. Ahora no sólo eso, sino peor, porque la relación "es más mala que nunca y el prestigio y credibilidad de Catalunya también". Mirando a lo próximo aseguró que CDC no acusará al PSC de "victimista" ahora que Montilla negocia con Zapatero la financiación autonómica. No pondrán trabas sino que estarán "al lado del Govern" en un momento de "urgencia nacional".
La "reacción" está cerca porque, según él, hay "grueso y activos" en una CDC "fuerte, unida, preparada y a punto". Se dejó lo de ilusionada, que era el lema del congreso.
Mas hizo una precisa referencia al panorama interno de CDC. Admitió su esfuerzo por integrar sensibilidades y abrir el partido, como le pedían los sectores que, hasta ahora, se habían visto apartados no tanto de la numerosa dirección cómo del restringido núcleo dirigente. No lo nombró pero la mayoría de presentes entendió que se dirigía al alcalde de Sant Cugat, el autoproclamado renovador Lluís Recoder. Advirtió que "vigilará" para que las "legítimas" ambiciones personales no vayan por delante de un proyecto colectivo que puede "peligrar". CDC acaba el congreso "con más diversidad pero no más débil" y eso "anima" a seguir con la Casa Grande para sumar electorado (admitió que siglas o dirigentes es difícil) de otros, básicamente el PSC y ERC.
Su telonero fue Felip Puig, investido secretario general adjunto y auténtico número dos con permiso de un Jordi Pujol tan intocable como respetuoso con los liderazgos. Satisfecho por el apoyo del congreso a las tesis autodeterministas, Puig evitó exhibir su trofeo, pero afirmó que "un nacionalista siempre piensa en un Estado propio; no habla de él casi nunca pero cada día trabaja por él".
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