Este artículo se publicó hace 17 años.
McGuinness afirma que tras seis meses de autogobierno "ni un grito con el reverendo Paisley"
El Ejecutivo norirlandés de poder compartido cumple hoy seis meses de vida. Medio año de autogobierno marcado por las excelentes relaciones que mantienen el primer ministro, el reverendo protestante Ian Paisley, y su adjunto, el ex comandante del IRA Martin McGuinness.
Son las mismas personas que hasta el pasado ocho de mayo no habían cruzado una palabra durante todo el proceso de paz en la provincia, que recelaban la una de la otra o que se dedicaban lindezas acompañadas de los adjetivos "sectario" y "terrorista".
Ahora se los conoce como "Los Hermanos Risitas" ("The Chuckle Brothers"), en referencia a la naturalidad con la que Paisley y McGuinness se presentan en público, relajados y, a menudo, incluso bromeando.
El "número dos" del Sinn Fein asegura que disfruta de una relación laboral "cordial y civilizada" con el líder del mayoritario Partido Democrático Unionista (DUP), lo cual -reconoce- ha confundido a muchos observadores.
"Siempre pensé durante mi carrera política que Ian Paisley era una persona muy amargada, dura y solamente interesada en imponer su opinión política. No sé qué pensaba él de mí, pero probablemente tenía una impresión tan pobre de mí como yo de él", ha declarado McGuinness a una emisora de radio de Belfast.
Al contrario, matiza el republicano, la gestión de la provincia en la oficina del primer y del viceprimer ministro se aborda de manera "civilizada y cordial", a pesar de que cada uno mantiene firme sus ideales políticos.
"Yo sé de dónde viene él y él sabe de dónde vengo yo, su lealtad hacia lo que él llama el Reino Unido y mi lealtad hacia (la reunificación de) Irlanda", advierte McGuinness.
"Pero este año lo ha cambiado todo. Ha habido una transformación de la situación política y aquí estamos, él y yo, trabajando juntos".
Ese nuevo contexto, apunta el dirigente del Sinn Fein, es terreno abonado para que la opinión sobre otro individuo cambie radicalmente.
"Cuando conocí a Ian Paisley, no vi al Ian Paisley amargado y duro que veía antes. No sé qué dirá él de mí en sus conversaciones privadas, pero puedo decir sin equivocarme que en los últimos seis meses no hemos intercambiado ni un grito", asegura McGuinness.
Como reconoce el republicano, es muy posible que nunca veraneen juntos o cenen con sus respectivas familias en Navidad en torno la misma mesa, pero "esos son detalles menores".
"Lo que importa -insiste- es el valor que le damos al trabajo que estamos haciendo y no hay duda alguna de que ambos lo valoramos enormemente".
"Los dos hombres tienen un gran sentido de la responsabilidad con la vida pública", explica a Efe Sydney Elliott, profesor de ciencia política en la Queen's University de Belfast.
El académico se incluye entre los que creían que Paisley y McGuinness jamás podrían tomar una sola decisión conjunta cuando recuerda que el reverendo reiteraba hace apenas siete meses que un gobierno con el Sinn Fein sería "una batalla diaria".
"Para sorpresa de todos -dice-, no sólo sonríen sino que han sido capaces de presentar un programa de gobierno para los próximos cuatro años y aprobar unos presupuestos generales".
En su opinión, comparten, además, otras características que, en ocasiones, los unen más que separan. Ambos representan a partidos de clases trabajadoras y ambos han pasado años en la periferia de la política norirlandesa por sus planteamientos radicales.
"Ahora se ven en el centro del poder y quieren hacerlo bien", añade Elliott.
Inevitablemente, la breve vida del Ejecutivo norirlandés no ha estado exenta de momentos delicados que en el pasado podrían haber tenido serias consecuencias para la convivencia entre dos partidos con objetivos tan opuestos.
La clave para superarlos, acepta el académico, radica ahora en que la confianza mutua se ha visto reforzada, sobre todo desde el lado unionista a raíz del desarme del Ejército Republicano Irlandés (IRA), considerado tradicionalmente como el brazo armado del Sinn Fein.
La ausencia de violencia por parte republicana y el reconocimiento de las aspiraciones de los católicos por parte de los unionistas han contribuido en gran medida a suavizar los recelos que ambas comunidades han mantenido durante siglos.
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