Este artículo se publicó hace 15 años.
La meca del Kung Fu
Con más de 100 escuelas, Dengfeng es la capital mundial de las artes marciales
Andrea Rodés
Cada tarde, el zumbido que producen miles de patadas al aire sincronizadas invade las calles de Dengfeng, una población de poco más de medio millón de habitantes al sur del Río Amarillo, en el corazón de China. Son las patadas de más de 50.000 jóvenes realizando sus ejercicios diarios de kung fu en alguna de las más de 100 escuelas de artes marciales que hay en esta ciudad. En Dengfeng está el monasterio de los monjes Shaolin, conocidos en todo el mundo por practicar conjuntamente el budismo y las artes marciales, en chino wu shu o kung fu.
"Los padres quieren que sus hijos se eduquen con la espiritualidad de las artes marciales", explica Shi DeHong, maestro de la única escuela que depende del templo Shaolin. Sólo en la escuela que dirige Shi los alumnos son preparados para ser monjes. "Muy pocos lo consiguen", dice. De los 400 alumnos todos varones, sólo 60 o 70 consiguen pasar las pruebas para ser monjes. Sin embargo, la mayoría de los chicos que estudianen Dengfeng provienen de familias acomodadas de toda China algunos centros cuestan más de 300 euros al mes.
En el templo de los Shaolin se prepara a los alumnos a ser monjes budistas"Aquí aprenden a controlar su energía interna y a entender una parte esencial de nuestra civilización", explica Shi, mientras los chavales practican acrobacias sobre el cemento, desde piruetas en el aire a complicadas posturas que imitan animales, como el mono o la serpiente.
Nueve años en las montañasSegún la leyenda, el origen de los Shaolin se remonta al siglo VI d. C. con la llegada a China de un misionero indio llamado Bodhidharma, quien, tras vivir nueve años en las montañas, ideó una serie de ejercicios físicos para los monjes, inspirándose en los movimientos de animales que había visto. "El más complicado es el tigre", dice Shi, "pero hasta el más pequeño de mis alumnos sabe hacerlo", añade, señalando a un niño de cuatro años. El espectáculo de kung fu es para muchos la parte más popular y divertida de la visita al templo: el número final es una competición de acrobacias entre la gente del público.
Los estudiantes imitan los movimientos de animalesPero lo que más sorprende al visitante es ver cómo cada tarde los campos que rodean el templo se llenan de jóvenes haciendo ejercicios de artes marciales, siguiendo las instrucciones del profesor. "Entrenamos de tres a cuatro horas diarias", explica un alumno de Ta Gou, la escuela más prestigiosa, con más de 10.000 alumnos. No sólo se reconocen por sus camisetas rojas, sino también por las zapatillas de suela de goma Feiyue, una marca de Shanghai que ya se conoce como "el zapato de las artes marciales".
Los monjes Shaolin supieron explotar el boom de las artes marciales iniciado en los ochenta gracias a los filmes de Bruce Lee o Jackie Chan, y en pocos años su monasterio se convirtió en un importante reclamo turístico, con más de dos millones de visitantes al año. Quién está detrás de todo esto es el abad del templo, Shi Yongxin, que impulsó la promoción de la cultura Shaolin por todo el mundo, organizando giras y espectáculos y recaudando donaciones millonarias para restaurar el templo, destruido durante la Revolución Cultural.
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