Este artículo se publicó hace 15 años.
Los médicos tienen el deber de sedar en la agonía, aunque anticipen la muerte
Los médicos tienen el deber deontológico de abordar con decisión la sedación en los enfermos agónicos, incluso cuando pueda derivar en una anticipación de la muerte, y renunciar a tratamientos inútiles o desproporcionados de los que solo puede esperarse un alargamiento penoso de sus vidas.
El Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos afirma, en una nota enviada hoy, que si la sedación en agonía está "bien indicada, bien realizada y autorizada por el enfermo o en su defecto por su familia, constituye una buena práctica médica en el adecuado contexto asistencial".
Según la declaración, aprobada en su última asamblea, sobre los criterios éticos en torno a esta práctica, los médicos aclaran que la sedación en sí misma es un recurso terapéutico más y, por tanto, éticamente neutro; lo que puede hacer a la sedación éticamente aceptable o reprobable es el fin que busca y las circunstancias en que se aplica.
A diferencia de la eutanasia activa, que pretende deliberadamente la muerte inmediata, la sedación, explican los médicos, busca conseguir, con la dosis mínima necesaria de fármacos, un nivel de conciencia en el que el enfermo no sufra ni física ni emocionalmente, aunque indirectamente pudiera acortar la vida.
La sedación en la agonía, añaden, se ha de considerar como un tratamiento adecuado para aquellos enfermos que, en los pocos días u horas que preceden a su muerte, son presa de sufrimientos intolerables que no han respondido a los tratamientos adecuados, añaden.
Además, se les debe ofrecer el tratamiento paliativo que mejor contribuya a aliviar su sufrimiento, manteniendo su dignidad, lo que incluye, prosigue la nota, "la renuncia a tratamientos inútiles o desproporcionados de los que solo puede esperarse un alargamiento penoso de sus vidas".
Una correcta asistencia implica que se recurra a ella sólo cuando está adecuadamente indicada, es decir, cuando otros recursos terapéuticos hayan demostrado su ineficacia.
No se la podrá convertir en un recurso que, en vez de servir a los mejores intereses del enfermo, sirva para reducir el esfuerzo del médico, y tampoco debe instaurarse para aliviar la pena de la familia o la carga laboral y la angustia de las personas que lo atiendan, advierten los médicos.
Las indicaciones más frecuentes en la fase de agonía son las situaciones extremas de delirio, disnea, dolor, hemorragia masiva y ansiedad o pánico.
Como en cualquier otro tratamiento, se debe hacer una evaluación continua del nivel de sedación en el que se encuentra y necesita el enfermo.
En la historia clínica y en las hojas de evolución se registrarán con el detalle necesario los datos relativos al ajuste de las dosis de los fármacos utilizados, a la evolución de la sedación en la agonía y a los cuidados básicos administrados, añaden los facultativos.
Para evaluar, desde un contexto ético-profesional, si está justificada la sedación, es preciso considerar: la existencia de una sintomatología intensa y refractaria (imposibilidad de controlarla); una situación de muerte inminente o muy próxima; que el enfermo ha otorgado su consentimiento, y que haya satisfecho sus necesidades familiares, sociales y espirituales, finalizan diciendo los médicos.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.