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El Mediterráneo que se vive con clases de inglés

Ender se acercó por primera vez a la isla para hacer un curso de idiomas

DANIEL BASTEIRO

Ender Mora llegó a Malta en verano para aprender inglés y para relajarse: 'Necesitaba prepararme para una entrevista de trabajo y estaba dudando entre Reino Unido o Irlanda. Milagrosamente, conocí en Madrid a dos malteses que me convencieron. Todo estaba a favor: sobre todo el clima y el precio, mucho más barato'.

Su definición de milagro es certera. Es más probable cruzarse con alguien que haya estudiado inglés en Malta, un país bilingüe por la herencia del colonialismo británico, que con uno de sus 400.000 habitantes. En 2010, alrededor de 73.000 jóvenes extranjeros se dejaron seducir por 'el sol, la comida y gente encantadora que si te ve disfrutar de su país te abre las puertas de par en par', relata Ender.

'Por la noche el ambiente de la ciudad se vuelve misterioso y melancólico'

Nada más aterrizar, le chocó que los malteses 'conducen por la izquierda', algo que no se podía imaginar. Lo descubrió al intentar coger un taxi. 'Entonces me di cuenta de que llevaba toda la vida estudiando inglés pero no me enteraba de nada', recuerda. Para él, Malta tiene las ventajas de un país anglosajón y el mestizaje con la cultura y la historia mediterráneas. Su lugar favorito es el Grand Harbour, en la capital, La Valeta. El mirador ofrece una panorámica del principal puerto del país y las conocidas como las Tres Ciudades: Vittoriosa, Senglea y Cospicua. En ellas se puede reconstruir la evolución de los Caballeros de la Orden de Malta, la comunidad militar de nobles y religiosos que gobernó el país durante casi tres siglos. El puerto 'es muy señorial, transmite serenidad y permite que te imagines las batallas de las que fue testigo', en especial el asedio de los otomanos en 1565, una fecha grabada a fuego en la arquitectura y desarrollo del país. El Grand Harbour es el punto de partida idóneo para descubrir la capital, sus edificios majestuosos y la catedral de San Juan, que atesora un monumental Caravaggio.

La ciudad es un hervidero de turistas y funcionarios de día, pero se vacía de noche, dejando paso a un ambiente 'misterioso y casi melancólico, como si todo el mundo tuviera cierto miedo a recorrer sus calles', asegura.

Fuera de La Valeta, Mora recomienda los paisajes que se disfrutan en la segunda isla del país, Gozo. Con mucha menos población, Gozo ofrece playas más tranquilas y paisajes como el de la Ventana Azul, una construcción geológica formada hace miles de años que recuerda a la de la Playa de las Catedrales en Ribadeo (Lugo). La zona es además muy apreciada por los submarinistas por su riqueza marina.

Por último, Mora recomienda perderse al atardecer en Mdina, una ciudad perfectamente conservada que fue durante siglos la capital de Malta. Una puesta de sol que acentúa el color amarillento de la piedra de los edificios 'te mete en un cuento, un agradable flashback en el tiempo'. Por lo demás, Malta ofrece zonas de marcha muy populares, como Paceville, y comida 'deliciosa', con el conejo como plato nacional en dura competencia con el pulpo y todo tipo de pescado.

'Siempre quiero volver', dice Ender. No porque le queden muchos lugares por visitar, sino por la combinación perfecta: 'Me relajé y me divertí mucho, pero además pasé la entrevista de trabajo, así que algo de inglés aprendí'.

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