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Mercenarios de la innovación

Las empresas cuelgan sus desafíos tecnológicos en Internet y premian a quienes los resuelvan

NUÑO DOMÍNGUEZ

Hace diez años, Ed Melcarek perdió su trabajo en un reajuste de personal. Aunque desde entonces nadie le ha vuelto a contratar, este ingeniero canadiense no se ha muerto de hambre. Solo en 2007 ganó más de 85.000 dólares (unos 60.000 euros) resolviendo problemas publicados en Internet.

“Me gusta darle vueltas a las cosas, poner nuevas ideas sobre la mesa”, confiesa Melcarek, que desde 2003 se ha llevado siete premios con ideas para reducir la cantidad de grasa en las patatas fritas, esterilizar lentes de contacto o introducir ingredientes en tubos de dentífrico, entre otras cosas.

Melcarek es solo uno entre cientos de miles de internautas que cada día intentan resolver retos científicos por los que se ofrecen recompensas entre los 3.000 y los 700.000 euros. La práctica es parte de un fenómeno conocido como crowdsourcing, en el que empresas u otras organizaciones se sirven de usuarios anónimos para encontrar la mejor solución a sus problemas.

Cada día, Melcarek visita su página personal dentro de la web de InnoCentive, una empresa estadounidense que publica desafíos anónimos financiados por grandes corporaciones. Normalmente, Melcarek sabe si puede resolver el problema antes de terminar de leer su descripción. “Soy un profesional”, señala este ingeniero de 60 años, cuya única fuente de ingresos es competir por este tipo de premios científicos.

InnoCentive y otras compañías similares como NineSigma o YourEncore buscan para sus clientes todo tipo de soluciones, desde ideas generales para mejorar el sistema de salud estadounidense (10.000 dólares) a encontrar un alimento para broncear la piel (20.000 dólares) o describir un marcador biológico para un tipo de esclerosis (un millón de dólares). “Cuando algo parece que no puede solucionarse, nosotros aportamos una solución”, señala Tom Venable, vicepresidente ejecutivo de InnoCentive.

Multinacionales como Procter&Gamble, Phillips o Kraft y entidades sin ánimo de lucro como la Rockefeller Foundation son clientes habituales de este tipo de empresas. Además del premio para el ganador, las empresas pagan a InnoCentive 15.000 dólares por la publicación de un desafío y alrededor de un 40% de la cuantía del premio cuando el problema encuentra solución. “Nuestros servicios cuestan dinero, pero muchas veces es mucho más barato que contratar a cinco o diez investigadores para hacer el trabajo”, opina Venable.

La empresa, que fue creada por la compañía farmacéutica Eli Lilly en 2001, dice tener una red de 160.000 investigadores en 175 países. NineSigma, su competidor, afirma ser el líder del mercado con más de un millón de personas.

Aunque la mayoría de los ganadores son de Estados Unidos, muchas de las soluciones vienen desde China, India o países de la Unión Europea, según la empresa. En España hay más de 1.600 personas inscritas en la red de Inno-Centive y dos investigadores españoles han ganado tres de los premios.

“Es como cuando estabas en el colegio y te ponían un problema”, comenta Francisco Parra, un investigador del CSIC que ha ganado dos premios en InnoCentive. Una idea para utilizar parafina le valió 2.000 dólares en 2003, y un sistema para fabricar plásticos que resisten altas temperaturas le reportó otros 15.000 dólares en 2006. A pesar de las ganancias, Parra cree que este sistema es mucho más beneficioso para InnoCentive –quien vende la propiedad de las ideas a las empresas que otorgan el premio– que para los investigadores. “Si piensas vivir de esto, estás mal de la cabeza o eres un soñador”, dice.

Mientras, Melcarek espera que seis nuevas propuestas que envió este año salgan ganadoras. El ingeniero cree que este modelo es idóneo, ya que para un investigador es más rentable obtener el premio que gastar una elevada suma en patentar la idea y ponerla en práctica. “Ellos se quedan con los derechos y con la idea y yo me llevo el premio. Creo que es justo”.

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