Este artículo se publicó hace 15 años.
"Mi amigo ya no podía tenerme en su casa"
La red de ayuda familiar se resiente por culpa de la crisis
Mohamed salió de su país, Costa de Marfil, en 2007 para mejorar su vida en Europa. Tenía el contacto de un amigo íntimo en Madrid y contaba con que podía quedarse con él. Después de atravesar varios países en coche, un cayuco le llevó de Senegal a las costas de Tenerife. Luego pasó 40 días detenido en un Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE) y al llegar a Madrid fue acogido de urgencia por la ONG La Calle. "Después, como tenía a mi amigo en Madrid, me emancipé de la asociación y me fui a su vivir a su casa", explica Mohamed.
Pero un año más tarde, la crisis económica pudo con el amigo de Mohamed y éste se vio obligado a echar a su inquilino de la casa. "Mi amigo llegó un día y me dijo: Ya no puedes seguir viviendo conmigo, no tengo dinero para seguir ayudándote", afirma Mohamed, que de un día para otro se vio en la calle.
Así que en enero pasado, este inmigrante en situación irregular tuvo que volver a llamar a las puertas de la ONG La Calle. "Hay mucha gente a la que le ha pasado lo mismo. La red social de ayuda, amigos o familiares, que el recién llegado esperaba encontrar en España no le puede acoger porque ni siquiera esos contactos pueden subsistir", sostienen desde la ONG.
Nuevo perfil
La voz de alarma de que la red familiar de ayuda está fallando también la han dado asociaciones de inmigrantes como ATIME (que engloba a ciudadanos magrebíes) o Rumiñahui (ecuatorianos). Consideran que el recorte en el Fondo de Integración de Inmigrantes por parte del Gobierno central empeora la situación.
"Es lógico que, ante una situación de crisis, cada uno mire primero por lo suyo. La ayuda familiar ha decrecido", afirma Raúl Jiménez, portavoz de Rumiñahui. Jiménez no quiere ser del todo negativo y afirma que aún quedan familias que, si alguien de su entorno ha perdido su piso, están en condiciones de acogerles en su vivienda.
Las asociaciones que se encargan de dar cobijo a los sin papeles aseguran que no dan abasto con la llegada de este nuevo tipo de perfil. De las setenta plazas de acogida que tienen en La Calle ahora mismo la mitad están ocupadas por extranjeros a los que sus familiares o amigos no pueden ayudar. "En los últimos meses son muchos los que, aunque en un principio se habían emancipado de nuestra ayuda, han tenido que regresar con nosotros", concluyen en la ONG.
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