Este artículo se publicó hace 15 años.
Sin miedo al dolor
Una de las cosas que más sorprende de La Ascensión del Gran Mal es la fidelidad que David B. muestra sobre su propio trabajo a lo largo de los casi diez años dedicados a estos seis volúmenes. La evidente vocación de unidad que hay en todos ellos apenas le ha hecho variar de su concepción plástica inicial, en la que prima un dibujo de línea dura para recrear la dulzura de un universo mágico que se confunde una y otra vez con la realidad. David B. ha mantenido en estos años férrea disciplina con este trabajo, que combinó con más sueños y personajes épicos en otras obras maestras como Babel, Los complots nocturnos y la serie negra Los buscadores de tesoros.
David B. anota todos sus sueños en cuadernos, quizá por eso acude a ellos en La Ascensión para encontrar la cura a la epilepsia de su hermano. En el tránsito de sus alucinaciones verá que no hay explicación, sólo aceptación. En esa invitación a sus entrañas está otro de los grandes valores de esta serie histórica: el valor a enfrentarse al dolor y la honestidad de descubrir la cruda relación familiar sin concesiones.
No hay más ficción que la que no se quiere ver en este relato autobiográfico, que es una de las primeras narraciones en alimentar el género de moda en la novela gráfica europea. Pero la peculiaridad de la propuesta de David B. es el montaje cruzado entre el universo paralelo y lo más personal. Una combinación que logra llevar al relato lejos de lo más vulgar y cotidiano, y rebajar las pretensiones mágicas absolutas. El equilibro es delicioso.
David B. se esconde en la sensibilidad y las emociones de un adolescente para descubrir un mundo de frustraciones, oscuro e injusto, en el que la primera víctima es la inocencia. Y sin embargo, escapa de cualquier estereotipo que podamos imaginar en torno a estas consecuencias.
Tras el rastro de David B.Jacques Tardi
Es sin duda uno de los padres del cómic francés y una clara referencia para David B. Jacques Tardi nació en 1946 y fue uno de los primeros en retratar el horror de la I Guerra Mundial con viñetas. Destacan sus adaptaciones al cómic de novelas del escritor policiaco Léo Malet.
Marjane Satrapi
Es la primera seguidora de David B. Se conocieron en una feria y, convencido de que la historia de una niña en plena Revolución Islámica era fascinante, enseñó a Marjane Satrapi cómo expresarse con una pluma. ‘Persépolis’ es uno de los cómics con mayor éxito en los últimos años.
Zeina Abirached
Cuando se le pregunta si reconoce su trabajo en las páginas de ‘El juego de las golondrinas’, David B. contesta un claro “sí”, aunque confiesa no conocer personalmente a Zeina Abirached, su autora. La obra de esta dibujante libanesa narra su infancia en una Beirut asediada por la guerra civil.
Luis Durán
Es uno de los autores con una impronta más característica de todos los dibujantes españoles. Su relación plástica con David B. está en lo onírico y lo tormentoso, en el tratamiento narrativo y figurativo, más que en el contenido. Durán siempre acude a la ficción, no a lo autobiográfico.
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