Este artículo se publicó hace 15 años.
El miedo se instala en Irán
Unas 200 personas han sido detenidas por las protestas contra los resultados electorales. Ahmadineyad celebra un acto multitudinario con sus seguidores para demostrar su fuerz
El desafío de los opositores iraníes fue dando paso al miedo durante la segunda jornada de protestas registradas ayer en Teherán tras el anuncio de la reelección del presidente Mahmud Ahmadineyad.
Las Fuerzas de Seguridad iraníes comenzaron en la madrugada previa a detener a más de un centenar de líderes opositores tras la denuncia de fraude del candidato opositor Mir Hosein Musaví. El presidente realizó una doble demostración de fuerza con una enorme presencia policial en las calles y un gran acto en el centro de Teherán para celebrar el triunfo electoral con decenas de miles de seguidores.
Por la mañana, aparecían los restos de la batalla nocturna con roturas de escaparates, cabinas telefónicas y quema de contenedores de basura. Los antidisturbios habían tomado las principales plazas donde la jornada anterior la presencia de opositores había sido mayor.
"Apoyamos a Musaví, pero nos han pegado simplemente por pasar por la calle", contaba Rezai, quien subía hacia la plaza de las flores con su compañero Amir. Los dos estudian en la cercana Universidad Politécnica y miraban nerviosos a derecha e izquierda.
"Cuando ven que te quedas parado o que se juntan más de dos personas, te atacan rápidamente", protestaba Amir.
"En este país hay libertad al 100%", dijo ayer AhmadineyadLos que atacaban eran los policías antidisturbios montados por parejas en motocicletas o agentes a pie. Las Fuerzas de Seguridad también contaban con un refuerzo muy temido: los basiyís, el grupo ultraconservador acostumbrado a actuar contra los reformistas en las universidades y que ha llevado ahora su represión a las calles de Teherán.
Los agentes bajaban y subían las calles con porras, alargados tubos de goma, escudos y gases lacrimógenos. Las carreras se sucedían en las calles aledañas a la plaza de las flores mientras la Policía iraní establecía un centro de detención junto al próximo Ministerio del Interior. Los detenidos eran llevados en cualquier vehículo, hasta un camión frigorífico con las puertas abiertas era válido para completar el paseíllo hasta la sede del Ministerio.
Hordas policialesCuando las hordas de policías en motocicleta se cruzaban por la calles, se jaleaban los unos a los otros levantando sus porras. Los comerciantes cerraban sus tiendas y observaban su paso detrás de las verjas. "No os juntéis más de tres", avisaban a los viandantes.
"Nos han pegado simplemente por pasar por la calle", relataba RezaiMientras tanto, el presidente reelegido con un 62% de los votos, según el Ministerio del Interior, celebraba una conferencia de prensa en la que acusó a la prensa internacional de reflejar una imagen errónea de Irán. "No os preocupéis por nosotros; en este país, hay libertad al 100%", dijo el presidente en unas declaraciones recogidas por Efe.
Musaví emitió un comunicado a través de su página web en el que anunciaba la presentación de una protesta ante el Consejo de Guardianes, el poderoso organismo que debe validar los resultados.
"Las elecciones no son limpias y deben ser anuladas", afirmó Musaví. La página web quedó censurada sólo unos minutos después de que se emitiera el comunicado.
La búsqueda de la legitimidadLa demostración de fuerza de Ahmadineyad en busca de legitimidad llegó por la tarde. En la plaza Vali Asr, decenas de miles de sus seguidores se congregaron para festejar con el presidente su reelección.
En el bulevar Keshavarz, que llega hasta la plaza, estaban montados en la misma moto Masud y Omid, los dos de 24 años. Masud, que trabaja de mecánico en el aeropuerto de Teherán, comentaba sonriente: "Los seguidores de Musaví son pocos, nosotros somos muchos más. El país irá bien ahora".
Ahmadineyad volvió locos a los asistentes desde los altavoces: "Somos libres". Al acto acudieron familias enteras, ancianos, jóvenes y muchas mujeres. Grupos con pancartas intentaban llegar al centro de la plaza, una especie de cementera, gritando: "¡Ahmadí, Ahmadí, nosotros te protegemos!". Para acabar el acto, alguien tuvo la idea de lanzar decenas de fuegos artificiales a plena luz del día.
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